a la Europa de los 27 no le cuadran las cuentas. Para empezar porque el brexit deja 75.000 millones de agujero para el periodo 2021-2027. Y para continuar porque contribuyentes netos como Austria, Dinamarca, Holanda o Suecia quieren rebajar el Presupuesto comunitario y que en cada ejercicio del septenio se reduzca además su aportación. Así que la UE corre serio peligro como espacio de convergencia, su sello de identidad original, con los fondos de cohesión y las ayudas agrarias como antídotos contra la brecha social. Más cuando no se aborda conjuntamente un combate implacable contra la evasión de capitales, evolucionando de una fiscalidad analógica a otra digital. Como para abordar con decisión los retos urgentes, uno de los principales justamente el de la digitalización contra la falla tecnológica y para poder competir con EEUU y China, incluido el blindaje tanto de los datos como de la competencia. A lo que agregar la descarbonización de la economía en aras al desarrollo sostenible y el fomento de las políticas de seguridad e inteligencia comunes para fortalecer la posición geopolítica en el mundo. Esta Europa solo puede salir de la catatonia desde el equilibrio global, si a todos a los operadores les compensa el saldo entre lo que dan y lo que reciben pero sin trampas ni chantajes. En el sentido de que los Estados aportadores del Norte deben contemplar en la ecuación los bienes que con sus contribuciones les compran los del Sur, que a su vez tienen que formular peticiones razonables, sin victimismos impostados. Solidaridad y empatía, ni más ni menos.