Las tensiones internas en los partidos políticos se suelen acabar resolviendo por lo general mal. Y a veces, peor. Y otras de forma imposible de empeorar, como ha abordado Casado la candidatura del PP en la CAV para las elecciones de 5 de abril. Tras confirmar hace apenas una semana a Alfonso Alonso como cabeza de lista luego intentó imponer una lista al margen del PP vasco y acabó cortándole la cabeza en público este pasado domingo para sustituirle por Carlos Iturgaiz, al que el propio Casado había defenestrado hace casi un año de las listas europeas. Una gestión que ejemplifica la miseria en que chapotea la política española y, sobre todo, las urgencias que asuelan a las derechas españolas tras la irrupción de la ultraderecha de Vox y el hundimiento de Ciudadanos. Iturgaiz es una medida de urgencia sacada a última hora del fondo de armario. Un duro del viejo aznarismo. Pero suele ocurrir que el fondo de armario tiene polilla. Y el discurso de Iturgaiz suena a eso, a un discurso apolillado de otros tiempos. Frentismo, exageración dialéctica, mucho ruido y pocas nueces, pinceladas del guerracivilismo político que llevó a la derecha española Aznar, abandono de cualquier intención de centralidad y apuesta por absorber a Ciudadanos y disposición absoluta a colaborar con la ultraderecha. Un discurso que no ha tenido apenas relevancia en las últimas convocatoria electorales en la CAV. Y que en Navarra, de la mano de la coalición Navarra Suma, ha sido derrotado ya por dos veces consecutivas y ha acabado llevando a UPN a una posición de autoaislamiento a costa de la supervivencia del PP y Ciudadanos en esta comunidad. No sé qué dirán los ciudadanos en las urnas en la CAV, pero parece una operación destinada exclusivamente al reagrupamiento de las derechas en Madrid aun a costa de la irrelevancia política en otros territorios. En cualquier caso, solo anuncia mensajes destructivos y políticas desestabilizadoras. Nada de lo que necesita la sociedad en este presente histórico que, afortunadamente, no es ya el de aquellos años 90 del siglo pasado. Las curvas por las que circulan las derechas son cada vez más peligrosas. Para todos.