A cada nueva enfermedad que apunta a convertirse en una pandemia mundial le acompaña una inmensa sobreinformación diaria con todo tipo de detalles sanitarios, territoriales, científicos, pesudocientíficos, también conspiranoicos, económicos, bursátiles, valoraciones de expertos, ciudadanos -navarros o navarras en nuestro caso- pillados en la zona cero del origen de cada nuevo virus desconocido o en sus zonas de expansión, protocolos institucionales que cambian en función de cómo evolucionan día a día los acontecimientos de las autoridades sanitarias... Un ingente volumen de datos, noticias, análisis, opiniones y testimonios que siempre dudo de si no acaban conformando un cajón de sastre en el que la confusión acaba sobreponiéndose al objetivo de informar. Ahora es el coronavirus originado en China, pero antes fueron las vacas locas, el scrapie, la gripe A, el terrible sida... Todos ellos comparten de partida la incertidumbre de la irrupción de lo desconocido, acrecentada por tratarse de un ámbito, el de la salud, que convierte el miedo en una necesidad humana ante el riesgo de la causa y las consecuencias de una enfermedad nueva e inesperada. En medio de ese sobrevolumen informativo acaba abriéndose paso fácilmente el alarmismo desmedido, la exageración mediática y el morbo social. No hay vacunas que combatan fácilmente esos riesgos que acompañan a cada nueva enfermedad que se expande por este mundo, porque tampoco es fácil optar por un discurso informativo comedido y tranquilizador cuando las noticias, los contagios y los fallecimientos se suceden cada día. En estos casos, la información se convierte de nuevo en un campo de batalla en el que participan desde intereses geopolíticos internacionales a intereses económicos, laboratorios farmacéuticos o los organismos internacionales. Quizá en un tiempo sepamos cuánto había de verdad y de falsedad alrededor de este nueva posible pandemia del coronavirus. O posiblemente, como ha ocurrido con situaciones similares, nunca sepamos la verdad total de su origen, sino solo una apañada versión oficial que poco o nada tendrá que ver con la verdad real. Eso sí, las inútiles mascarillas ya son buen negocio.