ace una semana escribí una columna como esta sobre la llegada del coronavirus a nuestra vida cotidiana y aquellas reflexiones siguen siendo hoy válidas, al menos para mí. Creo que en esta semana en todo caso mi opinión aún es más positiva en lo que se refiere al tratamiento, medidas e información que han venido ofreciendo las autoridades sanitarias en Navarra, tanto el Gobierno y los portavoces políticos -a diferencia de otros lugares-, como, sobre todo, los responsables de Osasunbidea. Vale también para la CAV, territorio cercano con mayor incidencia del virus hasta ahora que Navarra, y el Gobierno central con la labor del médico Fernando Simón como portavoz oficial ante la crisis. Hay que poner en valor dos ideas: la capacidad de transmitir tranquilidad y efectividad en las medidas que se han ido adoptando y las que, sin duda, se adoptarán de ahora en adelante. Y eficacia y máxima confianza en el sistema público de la sanidad navarra. Basta comparar la evolución de los hechos en Navarra con la realidad caótica de Madrid, donde años de recortes en la sanidad pública madrileña y bajadas de impuestos a manos del PP han desembocado en una situación de desbordamiento. La sanidad pública es un bien común que necesita protección y atención y Navarra ha puesto ahora en evidencia la efectividad de esa apuesta presupuestaria y política frente a la alternativa de los recortes y la privatización de sus servicios. Y defiendo una información sosegada, pero también real, que imponga la veracidad al alarmismo o a la pugna por el dato inmediato en una alocada carrera de banalidades y falsedades. Más aún en ese imperio de la desinformación que son las redes sociales, fuente inagotable de bulos, fakenews y de proliferación masiva de todo tipo de expertólogos en virus, epidemias, estadísticas, comparativas y conspiraciones que se haga lo que se haga, se informe como se informe, se adopten las medidas que se adopten siempre concluyen que todo es un desastre. Veo muchos motivos para la tranquilidad y ninguno especial para el miedo que lleva al pánico y a la histeria, estados de ánimo colectivo que no solucionan nada y siempre lo empeoran todo. Para mí, todas las medidas que adopten los responsables sanitarios para proteger a las personas más vulnerables a este virus merecen la pena y están bien. El virus peligroso de verdad es la idiotez humana de este siglo XXI.