inco semanas de confinamiento. Un esfuerzo cívico colectivo que parece que ya da resultados sanitarios en la lucha contra el COVID-19. Sin echar campanas al vuelo, prudencia es la palabra más repetida por los responsables de informar sobre la evolución de la pandemia, seguramente con argumentos contrastados que avalan ese discurso conservador por encima de la lectura optimista de la evolución de los datos. Cinco semanas comienzan a hacerse un tiempo largo en casa, más aún sabiendo que quedan otras tres al menos por delante. La necesidad de recibir mensajes de cambio, de una vuelta a la situación de no confinamiento circula en el boca a oreja de las conversaciones, en las llamadas y mensajes de las redes sociales. Un poco de luz al final de este inesperado túnel en el que nos hemos visto metidos de forma tan sorpresiva como abrupta. Pero la luz a veces se apaga rápido. Los niños y niñas iban a disfrutar ya de pequeños tiempos y espacios de desahogo fuera del confinamiento de sus casas y todo parecía acabar en una mala broma: solo acompañar a sus padres y madres al súper, a la farmacia o al banco. El Gobierno rectificó a tiempo. Con errores de comunicación así no hacen falta bulos para desgastar. Hay otras expectativas en la puerta: que algunas personas mayores y los adolescentes tuvieran margen de movilidad. Y quizá la posibilidad de volver al ejercicio y el deporte como válvula de escape activa. O un poco de luz no sólo para las ciudadanos, también para sectores de actividad económica más cercanos, desde el comercio a la hostelería, la restauración o la agricultura y ganadería de producción local. O el turismo. Saber cómo, cuándo y con qué limitaciones todo ese entramado laboral y empresarial, que tiene mucho también de convivencia social y cultural, se va a ir reactivando. Todo ello, más allá de los imposibles Sanfermines. O si las playas más cercanas van a ser accesibles y cómo se podrá compaginar sol y playa con distancias de seguridad y límite de acceso. Qué expectativas realistas tienen a corto plazo -y más aún a medio plazo- la reactivación económica y el empleo. Hay un anhelo esperanzado de esa luz que se intuye allí al fondo del túnel y que cada vez se ve más cerca. Eso genera ilusiones, incluso planes. Que no se conviertan en otro burdo espejismo, porque las desilusiones tienen siempre peor gestión humana que los anhelos en espera.