ada semana comienza con expectativas y dudas sobre los nuevos pasos y sus consecuencias de este proceso progresivo de desescalada y de vuelta a la nueva normalidad. De momento, Navarra sigue en fase 2, aunque Chivite solicitará ya pasar a la fase 3 a partir del próximo lunes. Desde ese momento, serán las instituciones forales las que gestionarán el proceso de desescalada, las medidas y los tiempos. Punto final al mando único como otro signo de recuperación de la normalidad. A la espera de otro capítulo de esa nefasta política del barullo y la crispación, esta semana comienza, tras un sábado y domingo de chapuzones en ríos y pantanos y de paseos por la naturaleza, con la vuelta a las aulas de los alumnos de 2º de Bachiller para preparar las pruebas de acceso a la universidad. Clases por turnos y medidas de seguridad e higiene permanentes. También con la apertura de museos y bibliotecas, igualmente con restricciones por seguridad ante el riesgo de un covid-19 aún presente y activo. Y con la ampliación progresiva de los aforos en terrazas y barras de bares. Muchos poco a pocos que van conformando el regreso a la actividad normalizada y posibilitando una cada vez mayor libertad de movimientos. El confinamiento aparece cada vez más como un tiempo ya lejano del pasado, aunque apenas hayan pasado unas pocas semanas desde que buena parte de la ciudadanía pasara sus días encerrada en casa. El estado de alarma finalizará el 21 de junio, pero ya las cosas suceden de otra forma, con otras dinámicas y otras imágenes que aquellas de hace tres meses, cuando el drama humano y el esfuerzo sanitario ante la irrupción de la pandemia del coronavirus eran todo en medio de un mar de calles vacías. Es evidente que todo ello conlleva una relajación social de las medidas de prevención. La responsabilidad individual va a seguir siendo un arma clave para seguir manteniendo bajo control al covid-19 y evitar rebrotes y marchas atrás en la desescalada. Conviene avanzar hacia la normalidad social y laboral, pero también conviene no olvidar esa responsabilidad propia de cada uno y la responsabilidad institucional y política en la toma de decisiones para la puesta en marcha de las nuevas fases hacia el final de las excepciones del estado de alarma. Una vuelta atrás sería más desastrosa aún que lo que ha sido esta primera oleada del covid-19. Sigue habiendo mucho en juego.