medida que avanza el verano estamos comprobando de primera mano que la nueva normalidad no es lo que nos vendieron en el fin del estado de alarma, ese tiempo tranquilo, de paseos relajados y encuentros en terrazas donde el virus parecía aletargado, con días que sumaban apenas uno, dos, seis... casos positivos. Después creímos que era volver a lo de antes pero con mascarilla y ahora ya sabemos, y tenemos que asumir, que hay que intentar vivir de la manera más normal posible conviviendo con el virus, asumiendo que hay muchos casos, brotes, rebrotes, picos, ingresos y pacientes graves, pero que también habrá colegio, trabajo, cine, encuentros, viajes o vacaciones. Y depende de nosotros. Es cuestión de equilibrio, porque no podemos caer de nuevo. Y en esta transición hacia lo que está por llegar hay un sector, uno de los más castigados en el estado de alarma, que está apostando fuerte por recuperar el ritmo. Es la cultura, tan necesaria para la salud como la mejor medicina. Cultura que con una gran cantidad de programaciones específicas, festivales adaptados, salas de cine o espectáculos con estrictas medidas de higiene y distancia física se está convirtiendo en la imagen de lo que puede ser la vida en los próximos meses. No hay que renunciar al cine por el virus, hay que verlo de otra manera; ni hay que dejar de disfrutar de un espectáculo, solo que lo verás desde una butaca más aislada. Cultura y salud están siendo una buena alianza de verano. Ocio en positivo, que da negativo.