l invierno ha llegado como de golpe, adelantado en su fecha oficial, con las primeras nieves y el frío que marcarán este largo puente festivo en el que no tenemos demasiadas ganas ni opciones de fiesta. Nieve como un aviso para recordarnos que el tiempo sigue pasando pese al virus que tantas cosas ha parado, el que nos dejó sin disfrutar la primavera, que pasó desde las ventanas y balcones, como se fue el verano y el otoño se nos escapa ya de las manos. Nada detiene el tiempo aunque sintamos que está parado y nada detiene la vida, salvo la muerte, aunque a días nos preguntemos, cada cual desde nuestra realidad, hasta cuándo toca vivir en esta sensación de tiempo que no avanza. Pero todo sigue. Y está en nuestras manos decidir en parte cómo queremos que las cosas sigan avanzando. Es nuestra actitud la que puede marcar el devenir de lo que está por llegar, la que puede hacer que esta vez sí tengamos una auténtica primavera después de un invierno que las previsiones apuntan duro. Hemos dejado tanto de lado renunciando a vernos, a juntarnos, a sentirnos, a vivir esa vida social que nos define que hay días que da miedo pensar si seremos capaces de recuperar lo que tuvimos, si volveremos a ser lo que fuimos o qué seremos después de todo esto.