larga el día. Casi imperceptiblemente pero a las seis de la tarde ya no es de noche. Tenemos más horas de luz, acaba la ola de frío y la gente empieza a salir al monte, much@s por primera vez. El confinamiento perimetral permite disfrutar de un patrimonio natural hasta ahora casi desconocido para los que no pertenecen al club de montañeros. Luz también en mitad de la que esperamos sea la tercera y última ola de la pandemia. Ayer comenzaron a poner las segundas dosis de vacuna. "¡Lo primero que voy a hacer es ir a ver a mis hijos y nietos", aseguraba Patxo Guerrero, en El Vergel. Las voces del aliento. Después de una Navidad difícil, con aumento de contagios y más de once meses de pandemia, la gente de nuestro entorno empezaba a dar muestras de fatiga. Es normal. En los últimos momentos antes de terminar una larga tarea, cuando ya tienes la meta cerca, es cuando aflora el agotamiento. Es un conocido recurso psicológico. Si cunde el desaliento es porque a su vez detectamos, percibimos, que estamos cerca de la salida. Si no hubiera habido vacunas a la velocidad en la que se han producido las olas sucesivas de esta pandemia podrían prolongarse durante años. Y por si fuera poco tenemos a Trump sin el botón nuclear. No me digan que no tenemos motivos de alegría.