s inevitable preguntarse, cuando se cumple un año desde el decreto del estado se alarma, dónde estamos hoy y dónde estábamos hace un año y sobre todo cómo estamos ahora en relación a marzo de 2020. En qué nos ha cambiado la pandemia, porque nos ha cambiado seguro, y hacia dónde nos dirigimos como esas personas diferentes que somos, como una sociedad camaleónica que necesariamente tiene que avanzar aprendiendo de todo lo vivido. Porque si algo esta siendo la pandemia es un aprendizaje continuo y forzoso a muchos niveles. Todos y todas sabíamos muy poco de lo que suponía esta situación, de lo que sigue suponiendo en nuestro día a día. A veces sorprende cómo nos hemos acostumbrado a renunciar, a seguir las normas, a cumplir los protocolos, a hablar de cierre perimetral o de toque de queda con una normalidad que choca con lo que era aquella vida normal que tanto añoramos. Hemos perdido mucho en este año, demasiadas vidas y demasiados sueños rotos, miles de abrazos congelados y palabras en la distancia, pero también hemos ganado, porque creo de verdad que hoy somos más fuertes. Estremece todavía un año después, las calles vacías, los colegios cerrados, los hospitales en hoteles y los sanitarios agotados, las muertes en soledad y la vida detenida. Todo se paró pero nada se detuvo. Extraña sensación esta de vivir en estado de alarma, hace un año y ahora.