o que ahora se llama el Día Internacional de la Madre Tierra es una de las efemérides que pueblan el calendario anual que más me gusta. Esos días de que han sustituido al viejo santoral católico. Tiene algo de ancestral. De atávico. Una vuelta a la antropología más profunda de nuestros orígenes. Digo el nombre solo. Lo que le acompaña, más bien menos. Este año, coincide con el anuncio de EEUU de su regreso como actor fundamental -para liderar el cotarro vaya- a lo que se denomina lucha contra el cambio climático. En ese contexto, Biden ha puesto en marcha otra macrocumbre mundial. Esta vez, virtual, el coronavirus manda. Aplausos entusiastas desde el gallinero. Otra cumbre más. Ya he escrito antes que desconfío del todo de este tipo de eventos internacionales que se suceden uno tras otro. Ya sea en materia de medio ambiente o de crisis social, desempleo o economía, sus resultados siguen siendo más bien escasos. Mucha grandilocuencia en los compromisos anunciados y poca efectividad real. Mucho de show político mediático y poco más. Y encima coincide con un nuevo debate en el Congreso sobre la continuidad del Polígono de Tiro de Bardenas. Como las veces anteriores, nada. Bardenas no forma parte de la Madre Tierra. Allí se defienden "intereses fundamentales para la Defensa Nacional", dice la ministra Margarita Robles. Ni tan mal. Bono dijo que las bombas le habían tocado a Navarra porque él las evitó en Cabañeros, en su Castilla-La Mancha. Y sin ponerse rojo un poco. Y Morenés defendió igualmente sin rubor que esos bombardeos eran "gastos sociales". La hemeroteca. Son ya 70 años en los que un terreno natural que ha avanzado a espacio turístico, agroalimentario, recreativo y humano se bombardea para probar armas que asesinan impunemente a civiles inocentes en guerras lejanas y luego se venden a países con un enorme sistema democrático como Arabia Saudí, Marruecos u otros. Paz, democracia y derechos humanos le dice a esto Robles. Pagando Defensa -o sea, todos-, eso sí, unos millones como plato de lentejas. Por supuesto, el Día de la Madre Tierra lo celebra todo dios. Hasta las empresas que alimentan el negocio de su destrucción. Más de dos décadas de sucesivas reuniones internacionales para tratar de frenar el destrozo humano y ambiental del planeta Tierra y la realidad solo ha ido a peor. Parece que los mensajes se pierden en el camino antes de llegar a los receptores principales, los gobiernos y las grandes multinacionales centradas en la explotación exacerbada de los recursos naturales del planeta Tierra. Está bien conmemorar cada año el Día de la Madre Tierra, aunque solo sea mientras llegue el día, y quizá no hay que pensar en siglos, sino en décadas, en que a este paso ya no se pueda celebrar porque la Madre Tierra nos habrá mandado a la mierda. Si no nos hemos ido solos. Sin necesidad del meteorito.