sta película ya la hemos visto antes. El PP ya lo hizo en 2006 y también con Catalunya como excusa. Catalunya es el argumento, pero Sánchez es el objetivo. Como hace 15 años lo fue Zapatero. Y de nuevo, la secuencia de la plaza de Colón el escenario de la foto. Casado otra vez del brazo de la ultraderecha. Una excepción en la Europa democrática avanzada. Hay una pugna partidista entre las derechas por ese espacio electoral, desde el PP a Ciudadanos y Vox. También se apunta a la fiesta Navarra Suma. Pero sobre todo hay un nuevo capítulo del insistente intento de poner en duda la legitimidad democrática del actual Gobierno central. En realidad, del mismo sistema democrático cada vez que la democracia y las urnas no les dan resultado. En Navarra, es el discurso político en que lleva anclado primero UPN y ahora Navarra Suma desde 2015. Un bucle de confrontación y polarización en que el poderoso aparato político, mediático y judicial conservador ha situado al conjunto de las estructuras del Estado desde que perdió el poder en 2018 y Sánchez logró formar Gobierno con Unidas Podemos y una amplía mayoría política en el Congreso en 2019. Sánchez tiene el derecho a aplicar sus propias soluciones a los problemas actuales. Y Catalunya es sin duda un problema que lastra al conjunto del Estado. Es también la obligación política de cualquier gobierno democrático, solucionar los problemas. Pese al discurso exaltado del PP, Ciudadanos y Vox y de sus apoyos mediáticos, tiene legitimidad democrática para ello y apoyo político suficiente. El problema de fondo es el déficit democrático que arrastra la derecha española. Si no gobierna o no se hace lo que ellos dicen que hay que hacer se tira por el camino del tremendismo político hacia la polarización permanente. Cuenta para ello con estructuras de poder poderosas y una larga lista de estómagos agradecidos en los medios, intelectuales orgánicos al servicio de un régimen en ya inevitable estado de decadencia y una larga lista de dinosaurios políticos siempre dispuestos a dar lecciones de lo baja que puede llegar a caer la miseria humana en el deambular de la política. Aznar, González, Rosa Díez, Rivera, Guerra... un apestoso tufo a naftalina política. Elefantes en cacharrería. Un nacionalismo español centralista que ha optado por bloquear la vía del diálogo democrático como instrumento de la acción política -no sólo en Catalunya, sino en cualquier cuestión que afecta a la vertebración y la profundización democrática del Estado-, para sustituir el acuerdo y la concertación por la imposición política y la persecución judicial. Son los mismos constitucionalistas que llevan décadas protagonizando el trinque total de los recursos públicos en el Estado. Son quienes han dado muchas pruebas de tener muy poco o nada de constitucionalistas y de demócratas. Eludieron sus responsabilidades políticas cediendo el control de la política a los altos tribunales, afines a sus posiciones, claro, y eliminando de hecho la separación de poderes. Todo ha ido a peor con ese gobierno encubierto de jueces y fiscales que anteponen sin límite alguno la ideología política a la justicia. Vuelve la foto de Colón, la agitación social, la movilización callejera y la inestabilidad política y la confrontación territorial. Un todo vale en el que el cortoplacismo electoralista pesa mucho más que el sentido de Estado y los problemas y necesidades de sus ciudadanos.