a carta del Oriol Junqueras en la que asume la vía de los indultos que impulsa Sánchez y cuestiona ahora la eficacia política de la vía unilateral para avanzar en Catalunya confirman el giro táctico de ERC y dan una importante bocanada de aire a la apuesta de Sánchez por avanzar hacia una solución dialogada y democrática. También pone en evidencia el oportunismo y cortoplacismo demagógico de la oposición de Casado y de un PP -aún peor de UPN y Navarra Suma como simples convidados despistados de piedra- sometidos una vez más al discurso polarizador y de confrontación de la extrema derecha. La nueva foto de Colón era un despropósito democrático otra vez, ahora también es ya una escenificación tan ridícula como inútil en la que casi nadie quiere aparecer. Pero la reflexión de Junqueras apunta igualmente a la unilateralidad que impuso desde el principio el propio Estado para eludir sus responsabilidades en la solución de las demandas políticas del catalanismo mayoritario en la sociedad catalana. Una unilaterialidad sistemática que se ha repetido desde Madrid una y otra vez desde que el inmenso error del cepillado de la reforma del Estatut de 2007. Un texto que tenía el aval del Parlament, amplio refrendo ciudadano en Catalunya y un acuerdo previo con el entonces Gobierno socialista de Zapatero que fue incumplido unilateralmente. Una unilateralidad centralista que escenifica un escenario de devaluación democrática en el que el Gobierno central de la mano de los gobiernos de Rajoy fue trasladando su responsabilidad política a un entramado de altos tribunales y magistrados afines a sus posiciones ideológicas conservadoras y recentralizadoras. Una justicia politizada se ha apropiado así de la política y de la democracia. Y no sólo en el tema catalán. Un proceso que está afectando a los principios constitucionales y a la misma esencia del sistema democrático. Parece claro ya que el cansino rechazo del Tribunal Constitucional, del Tribunal Supremo y del Poder Judicial a cualquier iniciativa de diálogo y solución democrática en Catalunya no ha sido el camino adecuado para encontrar vías de solución a las demandas políticas y democráticas de los catalanes. Al contrario, ha sido ese un escenario de actuación que únicamente ha empeorado y profundizado en el desencuentro y el alejamiento. La unilateralidad en Catalunya puede ser cuestionable como estrategia política de respuesta al bloqueo e inmovilismo de Madrid, como ha hecho ahora Junqueras, pero no anula el carácter democrático de decisiones y debates legítimos en las instituciones catalanas que avalan amplias mayorías políticas y sociales en Catalunya. Tampoco la persecución penal a los dirigentes políticos catalanes o la campaña política, judicial y mediática en marcha contra sus indultos aportan salida alguna. Sólo un diálogo político honesto desde convicciones democráticas puede facilitar acuerdos resolutivos entre el Estado y Catalunya. Porque Catalunya volverá a pronunciarse democráticamente sobre su futuro y será necesario pactar ese referéndum. Afortunadamente. Al tiempo.