os bancos son esos negocios a los que pagamos por guardar nuestro dinero y que cuando recurrimos a ellos por una necesidad económica nos entregan un puñado de euros que tenemos que devolver con un recargo. El Gobierno español destinó más de 65.000 millones de euros para el rescate de los bancos afectados por la crisis de 2008 y que amenazaba con reventar el sistema financiero. Ese flotador ha servido para que los más altos ejecutivos sigan cobrando sueldos estratosféricos y cuando abandonan el puesto por jubilación todavía se llevan una retribución con más de ocho cifras. Ahora, esas mismas entidades preparan una reestructuración de plantillas que va a dejar sin trabajo a miles de personas. Hasta aquí el discurso. Porque hay otro banco que ahora mismo lanza un SOS: el de Alimentos. Los datos que reveló ayer muestran una quiebra social, ya que la última campaña de aportaciones apenas ha cubierto una quinta parte de las expectativas. Parece que los gestos de solidaridad con los más necesitados también se han visto afectados por la pandemia y, que sepamos, el hambre no ha mermado en estos meses sino todo lo contrario. Quizá quien antes donaba lo necesita ahora para sí mismo porque tiene la cuenta de ahorro vacía. Nunca el rescate a un banco ha estado tan justificado.