l Banco de España ha dado de plazo hasta el miércoles para cambiar pesetas por euros: no habrá más moratorias. Se estima que todavía están en circulación piezas y billetes de la vieja moneda por valor de 1.585 millones de euros. Creo que quien no ha hecho el canje ya no lo va a realizar porque ha tenido veinte años para desprenderse de ellas. Guardamos pesetas (yo también) no por acaparar o hacer un buen negocio (en webs de coleccionistas se ha llegado a pagar 15.000 euros por la moneda de 5 pesetas de 1946) sino como nexo de unión con nuestro pasado, como otros conservan viejos cromos o postales sin el criterio metódico de un coleccionista sino por sentir, cuando las encuentras en una caja o esparcidas en el fondo de un cajón, cómo su aparición nos agita la memoria y nos refresca viejas imágenes. Algunos aún hablamos de duros o seguimos pensando y calculando en pesetas, buscando una equiparación con los euros para ajustar la subida del coste de la vida o la congelación de salarios. De las pesetas nos quedan como legado en el actual sistema los céntimos, aunque nada tienen que ver, por ejemplo, con aquella singular pieza de 50 céntimos perforada con un agujero y con la que podías comprar alguna chuchería. Así las cosas, no deja de sorprenderme cómo la máxima expresión del materialismo, el dinero, puede tener también un registro emocional.