uando en 1997 Inge Morath, la fotógrafa de la prestigiosa Agencia Magnun que inmortalizó en blanco y negro los grises Sanfermines de los años 50, regresó a la capital navarra en plenas fiestas reconocía, en una entrevista recogida en estas mismas páginas, que lo que más le había inpresionado de ese viaje 43 años después era lo mucho que había cambiado el papel de la mujer en la fiesta. Ella, que fue pionera en una profesión entonces muy masculina, abriendo un camino que han seguido ya otras grandes reporteras y fotógrafas, reconocía su alegría al ver en los años 90 a las mujeres convertidas en protagonistas de las fiesta de Pamplona, no en meras espectadoras. Ahora de nuevo sus fotos se exponen dentro de la amplia oferta expositiva que el Ayuntamiento de Pamplona ha dedicado a las fiestas de San Fermín que de nuevo no se celebran, con la intención de evocar a través del arte las emociones que no podemos vivir en la realidad. Un acierto recuperar la esencia de esas hermosas imágenes en blanco y negro que nos invitan a a la reflexión en estos tiempos de clic y selfies. Pero quizás, si Inge viviera y pudiera viajar de nuevo a Pamplona cambiaría de opinión al ver que todavía queda mucho camino por recorrer, que a día de hoy las mujeres siguen siendo minoría en muchos de los aspectos esenciales, como se refleja en la exposición dedicada a los carteles, donde ellas no son sujeto sino objeto.