a trágica historia que ayer relataba en estas páginas Manuel Torres sobre la mujer natural de Cirauqui que murió en un campo de exterminio nazi me hizo rememorar la novela El tatuador de Auschwitz, de Heather Morris. La vida de los personajes (reales) del libro y de la navarra allí cautiva se desarrolla al unísono, en el mismo espacio y al mismo tiempo; no descarto que sus pasos se cruzaran en aquel periodo de cinco meses, en 1943, cuando el protagonista de la narración, el judío eslovaco Lale Sokolov, acudía al pabellón de mujeres, en Bikernau, a visitar a hurtadillas de los guardias a su novia Gita. A Luz Higinia Goñi le tatuaron, como al resto de las personas que llegaba allí en vagones para transporte de ganado, un número en el brazo izquierdo, tarea que desempeñaba ya en esas fechas Lale con su ayudante Leon. La obra es una oda a la capacidad de resistencia del ser humano y un retrato cruel del delirio nazi. "Soy un superviviente" repite varias veces el protagonista en las páginas. El secreto consistía en "aguantar", recalca Torres apoyando esa misma idea. Sentimientos que Morris resume en el lema que guió la vida de Sokolov: "Si te despiertas por la mañana, ya es un buen día". Para tatuarlo en la memoria.