a alcaldía de Maya va quemando etapas para peor. De la inacción y la ausencia de propuestas novedosas para la ciudad a las continuas rectificaciones, anuncios fallidos y despilfarros varios y ahora ya el deterioro institucional del Ayuntamiento que llevó a la oposición municipal a protagonizar un inédito plantón al alcalde y a abandonar el Pleno. Le está quedando una alcaldía poco edificante a Maya, tan pobre como la de su primera legislatura entre 2011 y 2015. Es evidente que la responsabilidad de los hechos por los que José Abaurrea pactó una condena de seis meses que le llevó también a dimitir como concejal de EH Bildu es sólo suya. Eso es así, independientemente de que le actitud intransigente que impide que la ikurriña ondee en el balcón del Ayuntamiento junto al resto de banderas pese a representar a una buena parte de los pamploneses y pamplonesas arroje un innegable tufo predemocrático se argumente como se argumente. Pero Abaurrea es responsable de su dimisión, no del aprovechamiento político que pretende Navarra Suma de la misma. Eso no le otorga a Maya el derecho a manipular en su favor esa situación con su voto de calidad como alcalde para modificar la mayoría democrática que decidieron los ciudadanos de Iruña en las urnas. Pretender utilizar ese subterfugio nada democrático para intentar aprobar por la puerta de atrás unos Presupuestos para 2022 para los que Navarra Suma no tiene mayoría suficiente -además de que son irreales financieramente-, sitúa al Ayuntamiento en una creciente imagen de pérdida de calidad democrática e inestabilidad. Y eso ya es responsabilidad de Maya. Como lo es también no haber sido capaz un año más de lograr los apoyos municipales suficientes para aprobar esos Presupuestos. De los siete años que cumplirá Maya de alcalde, en seis ocasiones ha sido incapaz de pactar los Presupuestos. Y el acuerdo del pasado año con el PSN ha acabado en ruptura y la dura denuncia de los socialistas por el incumplimiento de una parte importante de los acuerdos y compromisos firmados. Eso es igualmente responsabilidad del señor alcalde. Se puede enfadar mucho Maya, pero el enfado no modifica sus responsabilidades políticas y personales en la falta de empatía y capacidad para buscar consensos y llegar a pactos. Y además de que enfadarse no vale de nada, le crea un segundo problema al señor alcalde, el de tener que desenfadarse. Hacer trampas al solitario en política es un mal camino. Tan malo que si sigue por la vía de las trampas, la prepotencia y la imposición saltándose las reglas más elementales de la política democrática quizá sea un camino sin retorno hacia la puerta de salida de la alcaldía de Iruña por la vía de la moción de censura que le ha advertido Geroa Bai. Como final de una carrera política ya en las horas de descuento, no parece el mejor.