on esenciales e imprescindibles pero también invisibles. En esa invisibilidad radica su profesión, están para que las cosas funcionen sin que se les vea, pero eso no quiere decir que no se les tenga en cuenta como una pieza clave en el sector de la cultura. Ellos y ellas llegan los primeros cuando todavía nada existe y se van los últimos cuando ya todo ha pasado. Son los técnicos y técnicas de luces, sonidos, escenario.... los que dan soporte técnico a los espectáculos culturales. Sin su trabajo las emociones con las que nos alimenta la cultura no serían posibles. Sin ellos y ellas, la canción más bonita no sonaría, el mejor ballet no tendría movimiento y el teatro se quedaría oscuro sin levantar el telón. Trabajan de negro para pasar desapercibidos, entran cuando los demás descansan y lo hacen sin horarios, sin convenio, con unos sueldos tan bajos con los que, paradojas de la vida, no podrían comprar entradas para muchos de los espectáculos a los que ellos dan vida. Muchas veces les aplaudimos cuando desde el escenario quien actúa se acuerda de ellos y les dedica unos segundos, pero la mayoría de las veces salimos rápido de la sala, con la emoción ya guardada y el buen gusto de lo vivido sin pensar más allá. Este sábado hicieron su primera huelga, para reivindicar mejoras en sus condiciones laborales. Tienen toda la razón y todo el derecho a pedirlas. La cultura es un bien esencial y hay que cuidarla y dotarla de dignidad en todas sus vertientes. Los artistas no son nada si su arte no nos llega gracias al trabajo invisible de muchos esenciales.