tro 8-M, el día internacional que reivindica los derechos de las mujeres, la igualdad, el final de las brechas de género y la importancia y la necesidad de que los hombres formemos parte activa y real de todo ello. También de fondo, como cada año, las tenebrosas sombras de la violencia machista que no cesa y sigue dejando una estremecedora lista de mujeres asesinadas cada año, maltratadas, violadas o abusadas sexualmente, discriminadas, etcétera solo por el hecho de ser mujeres. Este pasado domingo DIARIO DE NOTICIAS recogía las reflexiones de nueve mujeres navarras sobre los avances, retos pendientes, retrocesos, obstáculos y trabas que pese al paso del tiempo siguen pendientes en este siglo XXI. También aquí, en nuestro propio entorno de Navarra. Leer todo lo que exponen sobre sus inquietudes humanas personales, familiares, racistas y xenófobas, laborales, profesionales, educativas o éticas ofrece un amplio panorama de vistas sobre lo que todavía nos queda por recorrer como sociedad. Nueve testimonios que reflejan la realidad de que la igualdad se exhibe con demasiada ligereza en declaraciones y compromisos públicos, pero a la hora de profundizar, de llenarlo de contenido, salta a la vista que el freno sigue echado, y lo que debería ser un compromiso por hacerlo realidad día a día queda desmentido, no solo por los comportamientos individuales, sino por las aplastantes estadísticas. La brecha salarial, la necesidad de seguir luchando por la igualdad real de oportunidades, el racismo, la violencia machista, el acoso laboral o las trabas profesionales están marcando el intercambio de ideas y propuestas con un impulso y participación crecientes entre las mujeres más jóvenes. Quizá la palabra igualdad es la que mejor contiene el significado global de lo que la celebración del 8-M lleva años persiguiendo: emplazar a la parte masculina de la sociedad y empujarle a buscar respuestas, tanto en lo que concierne a lo cotidiano de la vida como al ámbito profesional. Ése es el fundamento humano, político, ético y social original de esta conmemoración feminista que une a cientos de millones de hombres y mujeres en todo el mundo. La reivindicación de derechos y la denuncia de las desigualdades tienen un profundo sentido democrático, porque no solo no avanzan al ritmo necesario, sino porque las consecuencias de las sucesivas crisis económicas y pérdidas de derechos laborales, la pandemia y ahora la guerra y lo efectos que tenga más allá de la violencia y muerte que ya podemos comprobar cada día han supuesto además un retroceso importante para las mujeres en todos los ámbitos de la lucha por la igualdad de derechos y de oportunidades. Y hoy a los hombres nos toca leer lo que escriben, escuchar lo que dicen, conocer lo que investigan y piensan y observar lo que hacen las mujeres. Ahí, en ellas mismas, en sus ideas, reclamaciones, propuestas, logros y aportaciones está el fondo real de este necesario e imprescindible cambio social. No es el mundo al revés que temen los sectores reaccionarios, conservadores y autoritarios que impulsan un neomachismo que se presenta disfrazado bajo diferentes apariencias, pero que busca lo mismo de siempre: insistir en los mismos viejos dogmas para justificar el sometimiento de la mujer. El 8-M sigue siendo imprescindible.