spaña es el paraíso de los comisionistas, de tipos con pocos escrúpulos y menos ética facilitadores de negocios entre dos partes a las que intentan sonsacar un pingüe beneficio tirando de contactos, agenda y labia para llenarse rápidamente los bolsillos con pellizcos ostentosos y escaso trabajo. Y este panorama es escandalosamente indignante cuando se trata de dinero público. En el país de los comisionistas el rey es el emérito. Un jefe del Estado que se hizo rico intermediando en esos saraos con las monarquías del Golfo y los multimillonarios del Caribe que tanto frecuentaba. Promocionando la marca España, dicen los cronistas oficiales. Y en compañía de Corinna, otra comisionista internacional de altos vuelos y porte aristocrático que le robó el corazón y un puñado de millones. No es raro que su nombre salga ligado al de Piqué, mejor comisionista que últimamente defensa central. Con más millones por lo primero que sudor por lo segundo. Y qué decir de los ínclitos Medina y Luceño, exponentes del pelotazo por contacto político. Conseguidores sin escrúpulos en los tiempos duros de la pandemia para gastar sus indignos honorarios en ostentación y lujo superfluo. Dinero fácil a manos llenas que la justicia debe intentar recuperar para las arcas públicas.