La memoria tiene un nuevo lugar y el fuerte de Ezkaba logrará por fin tener su lugar en la memoria. El acuerdo conocido ayer solo es el remate de una labor larga y trabajada en la que se han implicado muchas personas, entidades, instituciones y partidos políticos. Unos más que otros. Es mejor no enumerar nombres propios ni siglas pero es evidente que este hito es la culminación de un enorme trabajo colectivo por rescatar precisamente muchos nombres propios del olvido, los de los cientos de presos que sufrieron en ese enclave las peores penurias por pensar de una determinada manera y los de otros que murieron en una de las mayores y más desconocidas fugas europeas, la fuga de Ezkaba. Ezkaba también ha ido ganando terreno como denominación del popular San Cristóbal. Ese lugar de cabecera de Pamplona que durante muchos años ha escondido en sus entrañas lo que fue un enorme recinto de represión. Y quedaba pendiente ponerlo en el mapa de la memoria histórica con todas sus letras. Las mismas letras y palabras que han llenado documentales, vídeos, libros, reportajes, discursos, actos, emotivos testimonios, proyectos educativos y otros eventos que gracias al impulso popular memorialista han ido creando el caldo de cultivo necesario para este último, simbólico e importante paso legal y moral que homologa a Navarra y al Estado por fin con la Europa que también condenó otras dictaduras como el nazismo y el fascismo. Un paso más para crear un futuro mejor aprendiendo del pasado. Un gesto y una decisión importante en los tiempos que corren. La memoria es un lugar al que volver para seguir avanzando.