No hay que ser ningún lince para llegar a la conclusión de que UPN jamás podrá gobernar en Navarra sin el permiso del PSOE, como no es ninguna novedad que el PSN tiene la obligación de acatar la estrategia que le marquen desde Ferraz. Tampoco es nuevo que Santos Cerdán ha tenido un papel relevante en el giro que han dado los socialistas desde que, en 2017, Pedro Sánchez recuperó la secretaría general.

El político de Milagro, un tipo trabajador, discreto y sobre todo leal a su líder, ha dedicado centenares de horas a explicar a dirigentes del partido que el PSN debe buscar el entendimiento con todas las fuerzas de izquierdas, incluida EH Bildu. No ha sido fácil esta tarea pedagógica, que ha encontrado resistencia entre los barones más conservadores, pero con más o menos convencimiento, todos han acatado esta apuesta, que extiende este entendimiento a formaciones como ERC.

En este escenario de cambios en la dirección del PSOE, no hubiera sido tranquilizador que Cerdán hubiera perdido mando en plaza. Su reafirmación como secretario de Organización supone un espaldarazo a esta apuesta, que posibilitó a María Chivite hollar el Palacio de Navarra, y es una mala noticia para UPN y su presidente, Javier Esparza, que pueden ir haciéndose a la idea de lo que les espera tras las elecciones forales de mayo de 2023.