La última marcianada de Enrique Maya –el de las barras adicionales en la Plaza del Castillo– ya es una realidad. Desde este jueves ondea en los jardines de la Plaza de los Fueros una bandera de 96 metros cuadrados a 30 metros de altura. Según fuentes del propio Ayuntamiento de Pamplona, la gracieta ha costado la tontería de 100.000 pavos, sin contar las horas del trabajo del séquito que acompañó al alcalde en el pomposo acto inaugural.

Se reunieron a media mañana, sin nada mejor que hacer, la inmensa mayoría de la Corporación Municipal, el vicepresidente primero del Gobierno de Navarra, Javier Remírez, los consejeros Elma Saiz y Mikel Irujo, altos representantes de todas las policías que operan en la Comunidad (la Municipal, la Foral, la Nacional y la Guardia Civil), el coronel jefe del Regimiento de Infantería y el párroco de San Nicolás. Vaya. La creme de la creme.

Juntos, en comandita, escucharon algunas piezas de La Pamplonesa, cuyos servicios también fueron requeridos para esta especie de farra mañanera, y trasladaron la sensación de pasárselo bien.

A nadie se le escapa que detrás de la iniciativa de Maya subyace el afán de vincular la enseña de todos los navarros a la sigla de su partido, del que es vicepresidente, y de paso azuzar la guerra de las banderas a ver si alguien pica y de aquí al 6 de julio tenemos algún episodio de acción/reacción con la ikurriña de por medio para calentar el ambiente.

Una iniciativa que, por otra parte, excede el ámbito competencial de quien ostenta una representación política circunscrita a Pamplona y no al conjunto del territorio foral, de ahí que resulta poco comprensible la presencia de tres miembros del Gobierno de Navarra en el papel de palmeros.

Consumado el despropósito, cabe pedirle a Maya que a partir de ahora procure que la bandera esta de Navarra, que por su tamaño será visible desde Marte, se mantenga en un estado aceptable y se renueve y se limpie con frecuencia. En definitiva, que no ocurra lo mismo que con las que cuelgan de los edificios oficiales del propio Ayuntamiento de Pamplona –como Casa Seminario, Casa Marceliano, el Archivo, etc–. donde el deterioro de las banderas de Pamplona, Navarra, España y la UE hace que con frecuencia cueste adivinar de qué color fueron en su origen. l