Más allá de que la práctica totalidad de los socios de Osasuna se hayan preinscrito para la adquisición de entradas para la final de Copa, todo lo que rodea a este partido es un despropósito abusivo y existen razones más que suficientes para mandar a tomar viento fresco a la Federación Española de Fútbol como principal responsable de perpetrar este masivo atropello. De hecho, mucho está tardando la directiva que preside Luis Sabalza en hacer constar ante el organismo federativo que mangonea Luis Rubiales el descontento que existe entre sus aficionados. Se mire por donde se mire, esta final no hay por donde cogerla. Empezando por el escenario del partido. A 900 kilómetros de Pamplona y en un chapucero estadio de atletismo con peor visibilidad que cualquiera de los 20 campos de Primera División y que sería muy poco atractivo incluso para presenciar un concurso de lanzamiento de martillo. No contenta con la pésima elección del recinto reservado para la final, la Federación distribuye a los aficionados en los fondos, ubica en el peor de los dos a los de Osasuna, cobra las entradas a doblón y se queda con las mejores localidades.

Por si el disparate no fuera suficiente, todo empeora un poco más con el horario. A las diez de la noche comenzará un partido que puede alargarse con prórroga y penaltis, y que tiene una ceremonia de entrega de premios, que obligará a los asistentes a abandonar el recinto superada la medianoche. ¡Cómo si nadie tuviera prisa por emprender el regreso en lo que va a ser un desplazamiento masivo con muchas más dificultades de las pensadas! Apenas se han ofertado plazas de trenes y los aviones se han fletado a precios insultantes, por lo que a la mayoría le espera carretera y manta a las pocas horas de abandonar La Cartuja.

Un partido con un espectáculo previo de artistas que apenas venderían una decena de entradas si actuaran en Pamplona, pero que va a tener lugar en una capital que ya ha hecho el agosto multiplicando el importe del alojamiento hasta niveles inadmisibles. Todo esto por obra y gracia de Rubiales, que nos roba el fútbol y el dinero, y que no nos ceguemos por la alta demanda de entradas más de un aficionado de los que este sábado se tragan el sapo de bajar por segundo partido consecutivo a las dos a ver a Osasuna no tienen presupuesto para asistir a este partido histórico o si lo tienen es a base de hacer un descomunal esfuerzo económico. Todo muy vergonzoso.