Desde la logorrea a la que tan acostumbrados nos tiene el filósofo Savater, tratase a todo nacionalismo -menos el suyo- de idiotez protagonizada por idiotas en la defensa del idiotismo de la idiosincrasia y de la idiocia (inmadurez mental por falta de desarrollo). Hace años traté este tema en artículo de prensa relacionado con la construcción y proyecto museístico de nuestra población de Uharte (Idiocia del sujeto público, DIARIO DE NOTICIAS 22-09-2002), criticando lo que di en denominar como idiociacracia. Aquella idiotez de crear un centro de arte en nuestra localidad tenía una parte idiosincrásica que nunca llegó a ser tomada en consideración. Era fundamentalmente el vano intento de universalizar la cultura local desde la vindicación procesual de su sistemática marginalización. Un ensayo desde el campo del intercambio que diera pie al paulatino alejamiento del dualismo dicotómico, por tanto excluyente, en el que estaba instalado el drama social en la arena de la política local. Al final, tal y como era de esperar, se ha optado por su aniquilación. Pero nunca hubiese imaginado que algo que en principio pudiera parecer insulto, una vez sacado de su contexto, se convirtiese en sincero halago de la mano y en la pluma de otro mediático filósofo cuyo origen coreano sin embargo no debe ocultar su cuasi-prusiana, en lo occidental, formación.
Así para Byung-Chul Han hacerse el idiota, en las enseñanzas de Deleuze sobre Spinoza, es condición imprescindible manifestada en la historia de la filosofía desde Sócrates bajo la afirmación de que solo sabe que no sabe nada hasta el cogito ergo sum de Descartes. Entresaca, además, una cita de Deleuze&Guattari donde se afirma: “El idiota antiguo quería lo verdadero, pero el idiota moderno quiere convertir lo absurdo en la fuerza más poderosa del pensamiento, es decir, crear”; para más tarde darle en parte la vuelta al argumento, pues según el autor, la gran tragedia de la sociedad contemporánea es aquella de la desaparición del tipo marginado, del loco y del idiota. Ahora bien, qué es lo que puede aportarnos la visión de cualquiera de ellos es lo que sugiere el último de los capítulos de su ensayo sobre psicopolítica. Y como respuesta nos adelanta que el idiota es fundamentalmente la singularización moderna de la condición herética basada en la libre determinación: “Herejía significa elección. El herético es quien dispone de una elección libre. Tiene el valor de desviarse de la ortodoxia. Con valentía se libera de la coacción a la conformidad. El idiota como hereje es una figura de la resistencia contra la violencia del consenso. Salva la magia del marginado. Frente a la creciente coacción a la conformidad sería hoy más urgente que nuca aguzar la conciencia herética.” Y en este sentido, el verdadero espíritu democrático desde la óptica sistémica de la normatividad exclusiva y excluyente no puede ser sino la aspiración de todo idiota. Yo, al menos, me considero uno más de ellos entre otros tantos.
El idiotismo germinal no obstante tiene algo del ser enraizado. Lo mismo da, en este sentido, que lo sea como el árbol o como el tubérculo (ver diferencias en Deleuze&Guattari). El completo idiota es una anomalía basada en la idiocia que se sabe tiene su definición más común en la idiotez como estado grave de insuficiencia mental. Un viejo manual al uso afirmaba que la edad mental del idiota es inferior a los dos años. En la historia de nuestro planeta tal vez una edad que supera en mucho la de la presencia de nuestra evolucionada especie, que aún no habría alcanzado una ínfima parte de esa estancia cronológica respecto del mundo con, eso sí, muy devastadores resultados. Por ello mismo, ante la global geofagia practicada por el ideológico neoliberalismo conservador y progresista, diestro y siniestro, el idiotismo herético se vuelve ecológico y local en su práctica habitual con aspiraciones a la universalización de las mismas. Esta es la receta idiosincrásica de una nueva formulación política por la cual los pueblos deben reivindicar su pre-esencia.
Es condición del idiota, según Byung-Chul Han, estar al margen de la inteligencia en su formulación más integrada. Aquella que siguiendo al pie de la letra su procedencia etimológica obliga a “...escoger entre (inter-legere).” Según esto, el inteligente: “No es totalmente libre en la medida en que está atrapado en un entre de carácter sistemático. No tiene ningún acceso al afuera porque solo tiene elección entre opciones dentro del sistema. Por tanto, no tiene una decisión libre, sino una elección de ofertas que proporciona el sistema. Es inmanente al sistema. Así pues, la inteligencia no tiene ningún acceso a lo totalmente otro”. En esto, el error de partida del Podemos -y de cualquiera otra fuerza que se sitúe en la alter-nativa- es el de haberse intelectualizado, pasado a formar parte del diverso abanico de opciones con posibilidad de elección desde una situación valorada, en la expresión de Canetti, como de masa de inversión, aquella basada en la eclosión de sujetos unidos por el inconformismo ante lo establecido mediante la procedimental orden-aguijón. (Canetti comienza su digresión de la siguiente manera: “Mi querido amigo, lo lobos siempre se han comido a los corderos; esta vez ¿se comerán los corderos a los lobos”; recogiendo la frase que Madame Jullien enviara a su hijo en el transcurso de la revolución francesa [...] Las revoluciones -confirmará- son los tiempos típicos de la inversión.)
Aun siendo así, el riesgo real viene consistiendo en aquel de contar con demasiados listos entre los presuntos revolucionarios donde debiera haber más de un intelectual, es decir, gente con al menos un mínimo de capacidad crítica para la elección, puesto que en la arena política los listos, como ya se sabe, son todos aquellos que ven la oportunidad donde otros sienten la urgencia del cambio por mera necesidad. Y el empoderamiento, concepto del cacarear mediático compartido por la clase política establecida y asimismo en la por venir, pasa necesariamente por los procedimientos de control de ambos: listos e intelectuales. Como se hace esto en una sociedad ideologizada en el consumo y la tecnofilia es el desafío presente al que desgraciadamente todavía somos incapaces de dar respuestas siquiera aproximadas. Ahora bien, este es un aviso para navegantes: “La masa de inversión es un proceso que ataca a toda una sociedad, y si bien quizá tenga éxito inmediato al comienzo sólo llega al final lenta y dificultosamente. Tan pronto como atraviesa la masa de acoso que se halla en superficie, lentamente comienza a aparecer desde lo más profundo una inversión”, escribirá Canetti. Previsible ante el abuso de lo establecido, y pésimamente gestionado, la espiral de acontecimientos se volverá contra los novicios electos. Eso, al menos, es lo que se espera de fenómenos ante los cuales podemos o no estar de acuerdo y ante tan cíclico panorama el idiota herético nuevamente se verá obligado a tomar otro camino.
El autor es escritor