Las personas de cierta edad recordarán las siglas del CDS como el Centro Democrático y Social, partido que fundó Adolfo Suárez después de su dimisión para recuperar su prestigio y reputación. Por desgracia, se ha visto al rebautizar el aeropuerto de Madrid Barajas como el de Adolfo Suárez Madrid Barajas. En este país los reconocimientos acostumbran a llegar cuando ya no estamos en este mundo.

En todo caso, las siglas CDS se conocen en el mundo de las finanzas como los temidos Credit Default Swaps. Warren Buffet los denominó como “armas de destrucción masiva”. ¿A qué se debe tal definición? ¿Son un peligro para el sistema financiero global? ¿Qué cantidad de riesgo soportan realmente?

Un CDS es un seguro por el que un inversor pretende garantizarse el cobro que le genera un activo financiero en el caso de que la empresa emisora no pueda afrontar el pago que le corresponde. Un ejemplo ayudará a comprender el concepto. Si compramos un bono griego por 1.000 euros a diez años, el gobierno de ese país se compromete a pagarnos cada año los intereses acordados y a devolvernos el principal después de ese tiempo. Sin embargo, si el Estado griego quiebra el inversor pierde todo su dinero. Para evitar ese riesgo, se compra un CDS a un tercero (lo lógico es que sea una aseguradora) y en caso de impago griego, la empresa emisora del CDS será la encargada de pagar el dinero acordado a nuestro inversor.

Para hacernos una idea sencilla, supongamos que un CDS griego vale 650 puntos. Eso quiere decir que si nuestro inversor paga el 6,5% de su bono (65 euros adicionales) a la aseguradora, entonces tiene cubierto su dinero. No parece mala idea, ¿verdad? Además el mercado ordenaría el precio de los CDS. Es evidente que el CDS de un bono griego es más caro que el CDS de un bono francés ya que en el primer caso la probabilidad de impago es mayor. Entonces, ¿qué falla? De la misma forma que en el ámbito jurídico todos hemos oído el típico “hecha la ley, hecha la trampa”, en el ámbito financiero podemos decir que “hecho el instrumento financiero, hecha la especulación”.

Para comenzar, se pueden dar dos anomalías asombrosas. Primero, una emisión de bonos de 1.000 millones de dólares puede hacer que se suscriban contratos de CDS por cifras siderales como 20.000 millones de dólares. Segundo, en muchas ocasiones (en especial antes del estallido de la crisis), las empresas aseguradoras tenían una capacidad crediticia inferior a las empresas que pretenden proteger. En otras palabras, ¡la empresa que ofrece el CDS es menos fiable que la empresa o país del que hemos comprado el bono! El caso más célebre es el del hundimiento de la aseguradora AIG, conocida por patrocinar al Manchester United. Al menos, en diciembre del año 2011 la Unión Europea prohibió la emisión de CDS públicos “desnudos” para evitar que a un bono de un Estado le corresponda más de un CDS.

Por desgracia, eso es solo el comienzo. ¿Cómo funciona la especulación financiera con CDS? De nuevo, un ejemplo servirá como soporte. Supongamos que un fondo de inversión compra 100.000 bonos españoles con sus CDS, a un valor cada uno de 30 puntos, es decir, 30 euros por bono. Pasado un tiempo, el fondo decide vender los 100.000 bonos. Como es una cantidad enorme, el precio de todos los bonos baja, y el mercado piensa que “si se vende tal cantidad de bonos eso es debido a que el Estado español no es fiable”. Otros inversores que tienen bonos españoles se asustan al ver que el precio de su bono ha bajado mucho. En consecuencia, tampoco desean venderlo ya que pierden dinero. Es mejor comprar un CDS para asegurarse el cobro del bono. Pero claro, como muchos inversores piensan lo mismo el precio del CDS se dispara. Supongamos que llega a los 50 puntos. El fondo de inversión con el que empezaba el ejemplo los vende y gana la diferencia, 20 puntos (20 euros) por CDS. Como había comprado 100.000, la operación especulativa ha generado dos millones de euros de ganancia. No está mal.

Sí, es increíble que el sistema financiero funcione así. Pero las cosas son como son, no como deberían ser. No obstante, no se vayan todavía. Falta lo peor.

El CDS es un producto financiero correspondiente al mercado de los derivados, es decir, un producto que tiene como referencia un activo real o financiero. El PIB mundial es de unos 70 billones de dólares. El mercado de derivados oscila, según las fuentes, entre 600 y 1.200 billones de dólares. Tal horquilla da a entender la transparencia existente: nula.

Unos dicen que un derivado financiero es riqueza, otros dicen que humo. Como todo producto financiero, cuando se desnaturaliza respecto de su objetivo inicial genera efectos secundarios peligrosos. Hoy en día se critica mucho a los partidos políticos. Sin embargo, el CDS me gusta más como partido político.

El autor es profesor de Economía de la UNED de Tudela