A Barack Obama solo le quedan horas en la Casa Blanca. Se va el primer presidente que asumió los límites del poder de Estados Unidos. Este país ya no podría dirigir y controlar unilateralmente el mundo, como lo había hecho su antecesor en el cargo, George Bush, como un gendarme mundial. El ser el primer presidente negro de la historia ha sido una cualidad esencial que le ha marcado, para algunos expertos, en un primer momento de una forma positiva, y a largo plazo le ha lastrado en su mandato presidencial. Aquí también podríamos encontrar una de las causas de la derrota demócrata y el triunfo de la América blanca personalizada en la figura del nuevo presidente electo, Donald Trump.

Casi 10.000 kilómetros separan Charleston de Alepo, una enorme curva en el globo terráqueo que traza un viaje de extremos que podría servir como metáfora del balance de los dos mandatos de Barack Obama como presidente de Estados Unidos. Por un lado, la ciudad de Carolina del Sur, donde el presidente cantó un emotivo Amazin Grace, un himno cristiano, por los nueve afroamericanos asesinados. Por otro, la ciudad del norte de Siria, destrozada por las balas y morteros, paradigma de la barbarie y destrucción de la guerra. Dos puntos de un camino lleno de contradicciones: discursos creativos y anuncios vacíos; un nobel de la paz y una guerra de drones; el fundamento de un estado social y miles de muertos en Siria, decepciones y logros fundamentales.

En su haber está sin duda alguna el rescate de la economía y el sistema financiero después de la quiebra de Lehman Broters, salvando la industria automovilística y dejar una tasa de paro inferior al 5%. Creando más de 12 millones de empleos durante su mandato, eso sí, también con sus sombras; abundancia de bajos salarios y empleos en precario, que han aumentado las desigualdades sociales, punto flaco que supo aprovechar muy bien con su discurso populista Donald Trump. También habría que alabar sus esfuerzos a favor de la reforma migratoria, la legalización de millones de indocumentados y la reforma sanitaria, Obamacare, dando cobertura sanitaria a más de 20 millones de estadounidenses, pese a impedimentos y obstáculos de un Congreso dominado por los republicanos, medidas que promete revocar el nuevo presidente electo. Bajo su presidencia no se ha conseguido encauzar el problema racial ni tampoco poner coto a los episodios de violencia policial ni se ha conseguido establecer un control de acceso a las armas reclamado por amplios sectores de la sociedad.

En 2008 Estados Unidos era visto en gran parte del mundo como un país agresor, poco amistoso y como un gran conculcador de los derechos humanos, debido a Guantánamo, Abu Garib y el programa de torturas y cárceles secretas autorizadas por su antecesor George W. Bush. Con Obama cambia el panorama, la percepción de Estados Unidos en el mundo cambia ostensiblemente, tanto por la figura del nuevo presidente, negro y con nombre árabe, recordar aquí su segundo nombre, Hussein, así como por su nueva política menos belicista y más conciliadora. Recordamos ahora su discurso conciliador hacía el mundo árabe en la Universidad de El Cairo, nada más tomar posesión como presidente al inicio de su primer mandato; mencionar también la retirada de tropas de Irak y Afganistán. Dentro de esta línea de distensión en su política exterior habría que añadir la normalización de las relaciones con Irán (acuerdo nuclear) y con Cuba, para muchos conciudadanos sin ninguna contrapartida a cambio, con la consiguiente frustración, un vivero de votantes para el nuevo presidente electo Donald Trump. Otro logro importante es el fuerte compromiso con el cambio climático, recordar el acuerdo formado en la Cumbre de París, anclando esa cuestión a la sociedad estadounidense.

Pero también ha dado pasos atrás como en el conflicto sirio, al no reaccionar al traspaso de Assad de las líneas rojas que había marcado, permitiendo que Rusia volviera al escenario de Oriente Próximo con más fuerza. Además, infravaloró durante mucho tiempo al Isis y fracasó en la estrategia de futuro de Libia tras el derrocamiento de Gadafi. Tampoco ha sabido responder a la política agresiva de Putin, crisis de Ucrania y anexión de Crimea, que le ha empequeñecido cuando no ninguneado, caso crisis siria.

Por lo que respecta a Europa, Obama ha sido un buen aliado, que ha creído más en la Unión Europea que los propios europeos; recordamos aquí su mensaje a los británicos, contrario al Brexit, y también hay que señalar que por fin ha comprendido la amenaza rusa y ha ordenado el despliegue de una brigada acorazada, de casi 4.500 militares, que se irán rotando por Polonia, Bulgaria, Rumanía y los países bálticos para disuadir a Rusia de cualquier veleidad anexionista y mostrar el compromiso de Washington con sus aliados de la OTAN.

Obama ha sido el primer presidente en redefinir el poder de Estados Unidos en el mundo, aceptando sus límites, abandonando su papel hegemónico, aceptando la multilateralidad en su política exterior. La inmensa expectativa inicial que en medio mundo provocó su llegada la Casa Blanca, agoniza ocho años después. El desequilibrio existente entre las esperanzas desatadas al inicio de su mandato y lo conseguido a la hora de su partida, no permiten calificar la suya como una gran presidencia, a la manera de Franklin Delano Roosevelt: pero en líneas generales se puede afirmar que ha resuelto más problemas de los que provocó.

El autor es delegado de CCOO