Intentamos ser optimistas y con el primer brindis del año lo somos de verdad. El tintineo de las copas de champán chocando va cargado de buenos deseos y mejores perspectivas de futuro. Y luego viene la cruda realidad. La Historia no para, los problemas no terminan porque empiece un nuevo año. La realidad es que mientras nosotros contamos las campanadas confortablemente instalados en nuestros hogares, en la vida siguen y siguen pasando cosas buenas y otras por desgracia también malas, como por ejemplo que alguien se esté ahogando en el Mediterráneo por intentar cruzarlo en una patera para venirse a Europa buscando un mejor futuro o huyendo de su país destrozado por una guerra civil, que ya dura demasiado, caso de Siria.

Ocupó muchas portadas y muchos minutos de informativo. Las fotos del cadáver de Aylán Kurdi, el niño kurdo de tres años hallado muerto en una playa de Turquía, a primeros de septiembre de 2015, intentando alcanzar las costas griegas, dieron la vuelta al mundo. En aquel momento pareció que los países se conjuraban para que algo tan trágico no volviera a suceder. Pero ha pasado de nuevo. El cuerpo sin vida de un niño de entre cinco y siete años de edad de origen subsahariano fue encontrado el pasado mes de enero, en una playa del término municipal de Barbate, por efectivos de la Guardia Civil. El cadáver del pequeño fue hallado en una zona de playa conocida como El Roqueo, en la pedanía de Los Caños de Meca, muy próximo al faro de Trafalgar. Salvamento Marítimo suspendió hace 12 días el operativo de búsqueda de una patera que había partido desde cabo Espartel (Marruecos) y en la que viajaban cinco inmigrantes hallados sin vida en la costa gaditana el fin de semana del 15 de enero.

El alcalde de dicha localidad, Miguel Molina, dijo que el niño se llamaba Samuel, tenía 6 años y viajaba en la patera con la que desde Marruecos trataba de alcanzar la costa española con su madre, llamada Veronique Nzazi, cuyo cadáver ha aparecido a 400 kilómetros frente a las costas de Argelia. Madre e hijo se subieron el pasado 14 de enero a bordo de una patera con el objetivo de alcanzar las costas europeas. Un año antes, la mujer había solicitado un visado turístico para viajar a Europa que le denegaron. Quería operarse de un tumor en el cuello, tanto ella como su hijo, pero no tenían los 20.000 euros que les exigían las autoridades comunitarias para concederles el visado, según refiere su marido Aimé Kabamba desde Kinshasa. Su intención, parece ser que era, una vez operados, la de regresar a su país junto al resto de su familia, su marido y cinco hijos más.

Desde principios de 2014 más de 500.000 personas han alcanzado las costas italianas, de los cuales unos 175.000 siguen viviendo, aún, en refugios provisionales. En 2015 la Unión Europea se comprometió a reubicar a unos 40.000 refugiados de Italia, pero hasta el día de hoy solamente han salido del país transalpino 265 personas. Como dice el filósofo francés de origen argelino, Sami Naiïr, “la Unión ha fracasado en su política de emigración, dejándola treinta años en manos de las mafias”. La crisis de los refugiados ha demostrado la ausencia de una política común. Europa ha pisoteado su valores. No hay más que fijarse los más de 60.000 refugiados confinados en Grecia, sin poder salir como en una enorme prisión, ante la indiferencia general europea. Nos llenamos la boca con manifestaciones contra el nuevo presidente estadounidense Donald Trump y su intención de construir un muro entre México y Estado Unidos, y aquí en Europa hemos construido en los dos últimos años, un 40% de ese muro, unos 1.200 kilómetros, con un coste de 500 millones de euros, localizados en Hungría, entre Grecia y Macedonia, Eslovenia y Serbia, etcétera, sin mencionar la famosa valla perimetral de 12 kilómetros de Ceuta con sus concertinas, bien afiladas para cazar y herir a los inmigrantes norteafricanos que intentan saltarlas para entrar en el Estado español.

¡Basta ya de cinismo! Los europeos tenemos nuestras propias culpas, tenemos muchos Trump entre nosotros y la política de la Unión Europea sigue siendo la del palo, más centros de internamiento y expulsiones en caliente hacia terceros países vecinos, como Turquía, a cambio de compensaciones económicas, unos 6.000 millones de euros, como una especie de trata de blancas; acuerdo turco que se quiere extender a Túnez.

Las fuerzas que empujan a los refugiados hacia la UE no van a desaparecer en un futuro próximo. Europa necesita una estrategia global a largo plazo para mejorar las condiciones políticas y de seguridad en los países vecinos y organizar un flujo ordenado de emigrantes y refugiados, de cara a su integración en el espacio europeo. Urge tomar medidas urgentes para acoger, distribuir e e integrar a los refugiados que ya están dentro de la Unión en los distintos países de la misma.

El autor es delegado de CCOO