se avecinan momentos históricos, cruciales, de los que transforman la historia de las naciones. Y, como ocurre en estos casos, son acontecimientos cargados de esperanzas pero también de amenazas para las gentes que los promueven.
Tras años de denuncias ciudadanas, movilizaciones multitudinarias, reclamaciones y la natural frustración por no ver atendidas sus demandas, la situación en Catalunya ha dado paso a un escenario inquietante. El referéndum de 1-O está ahí delante, como un horizonte de autodeterminación tangible; y a la vez, la inminencia y la certeza de su resolución ha desatado las peores tradiciones del Estado español. Vemos a jueces que emiten condenas, que prohíben derechos fundamentales, reunión, información, voto, a fiscales que abren procesos inquisitoriales; la Guardia Civil ha salido a la calle, a asaltar imprentas, a detener, a imponerse, en su mejor estilo de cuerpo represor de motines; los gobernantes no se cortan en sus advertencias y admoniciones? La maquinaria de castigo, un estado de excepción, o de sitio, o de guerra si hiciera falta, está en el aire. No está declarado, puede ser cualquier cosa, lo que los gobernantes del Estado consideren.
El conflicto está servido. La sociedad catalana, como sujeto político, en un proceso de protesta pacífica y concienciación, de movilización pero también de argumentación y debate, se orienta a la construcción de un Estado propio, que le asegure su futuro. Pero el Gobierno español se ha cerrado en banda en todo momento, y se ha negado a cualquier argumentación, a facilitar cualquier negociación o contemplar siquiera la menor alternativa a estas pretensiones.
Conocemos la historia. Por mucho que se empeñe, España no es una nación; ni siquiera una nación de naciones, como a veces, en un rizar el rizo, se pretende. El Estado español es el resultado de una herencia que no prescribe; es la evolución de un imperio genocida, que no ha conocido ninguna interrupción en su núcleo, más allá de las colonias que a lo largo de siglos se independizan, que la desgarran y rompen. Y ello explica sus actitudes. Como en la fábula de la rana y el escorpión, se diría que los comportamientos se llevan en los genes. En estos momentos queda patente, lo dice en su Constitución, en su Carta Magna, que el principal artículo del Estado es el de la “indisolubilidad de la patria”. Cada independencia de una colonia ha sido, para el español, un trozo de España que se muere. No hay naciones en realidad en su ordenamiento; no hay libertades; no hay derechos; no hay ciudadanía. Todo se resume en esa unidad indivisible.
Podemos mirarnos en el espejo de Catalunya. Su lucha es la nuestra, la misma lucha contra el imperialismo que impregna los ministerios, los poderes y las esencias españolas. La justicia, el ejército, la prensa, los intelectuales? todo un régimen se posiciona al alimón contra la colonia que aspira a ser independiente. En ese espejo catalán vemos que también nuestras libertades y derechos están en juego, que son libertades provisionales, que sirven mientras nadie toque el nervio del Estado, esa unidad esencial constituyente.
Como gentes libres, que aspiramos a un Estado libre, propio, proclamamos nuestra solidaridad y nuestro apoyo a Catalunya en sus reivindicaciones.
Defendemos su derecho a ejercer la autodeterminación sin violencia ni coacciones exteriores. Denunciamos la actitud totalitaria del Estado español y su conculcación permanente de derechos fundamentales.
Visca Catalunya independent!
Firman este artículo: Tasio Agerre, Luis Mª Martínez Garate, Angel Rekalde, Beñi Agirre, Humberto Astibia, Iñaki Almandoz, Xoxe Estévez, Iñigo Larramendi, José Miguel Martínez Urmeneta, Josu Sorauren, Marian Pérez, Aitziber Larramendi, Antton Soroa, Josemari Esparza, Turi González, Jose Luis Esarte, Elena Berazadi, Iñaki Egaña, Uxoa Larramendi, Koldo Viñuales, Pascual Larunbe, Beatriz Burguete Ollo, Txema Landa, Jon Alonso, Fernando Sánchez Aranaz, Angela Gezuraga Uribarren, Edorta Jiménez Ormaetxea, Juan Martin Elexpuru, Maritxu Goikoetxea, Iñaki Idigoras, Mirari Bereziartua, Jone Aldasoro, Karmelo Beristain, Jon Esnaola Egaña, Jose Antonio Lasa Nuin, Aitor Bereziartua Larrañaga, Rafa Berasategi Lezarbide, Igor Ibarguren Urbieta, Karmele Belasko, Olatz Gorrotxategi Muxika, Manuel Agirretxe Arruti, Iñigo Uria Odriozola, Paulo Munoa Galarraga, Begoña Arrospide Arrate, Estibalitz Karrera Lazkano, Begoña Azkue Gabilondo, Joseba Izagirre Zubimendi, Marije Arregi Uzin, Miren Agirre Odriozola, Higinio Oiartzabal Idiakez, Rosario Ibaeta Gabilondo, Inaxi Bereziartua Arregi, María Ángeles Iturrioz Ostolaza, Mª Jesus Rezola Etxezarreta, Mª Lourdes Maiz Gaztesi, Luis Alberdi Etxaniz, Lorea Landa Bereziartua, Patxi Azparren Olaizola, Yolanda Castro, Antton Madinabeitia , Jesús Pérez de Viñaspre, Patxi Alaña Arrinda, Víctor Manuel Egia Astibia, Rita Aginaga Armendaritz, Elena Buñuel Querido, Olatz Bereziartua, Fernando Lukin Ustaritz, Marian Agirre Sarasua, Manuel Etxaniz Lesaka, Aitzol Etxaniz Iturriotz, Inmaculada Elortza Egibar, Jose Antonio Ucin Epelde, Jexux Agirresarobe, Aitziber Elortza, Iñigo Ibarguren Urbiets, Joseba Goiburu Mancisidor, Beñat Trundai Xutxurru, Francisco Javier Maiz Gaztesi, Begoña Amubieta Leunda, Olatz Arruti Zabala, Pablo Sanchez-Valverde y Oxkar Santamaria