El cambio climático es uno de los desafíos más importantes, si no el principal, a los que nos enfrentamos como sociedad. Las observaciones y reconstrucciones del clima pasado evidencian el calentamiento global provocado por las actividades humanas a través de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Los últimos estudios del servicio europeo Copernicus de cambio climático vienen a señalar que Europa es el continente que más rápido se están calentando. En el caso de la Península Ibérica, las proyecciones científicas señalan que se podría alcanzar un incremento de temperatura superior a los 4º C para finales de siglo, si no se adoptan medidas urgentes y drásticas. Este escenario, que hace unos años parecía poco menos que improbable, se perfila como una posibilidad real.

En lo que respecta a Navarra, el número de días de calor extremos en los veranos 2022 y 2023 es mayor que el de los 40 veranos anteriores. La ola de calor de junio de 2022, hace ahora tres años, seguida del mayo más cálido y seco en Navarra en al menos los últimos 50 años, desembocó en la peor oleada de incendios forestales, con nuevas condiciones de propagación, que arrasó 15.000 hectáreas.

Vista esta realidad climática, deberíamos preguntarnos si estamos haciendo todo lo posible por cambiar el rumbo. La mitigación y la adaptación son las dos estrategias de las que depende la lucha contra el cambio climático. Las de mitigación del cambio climático limitan y reducen las emisiones a la atmósfera, y las de adaptación abordan sus impactos y sus riesgos y reducen las vulnerabilidades frente a él.

El Acuerdo de París establece en 2015 el objetivo para finales del siglo XXI de mantener el aumento de la temperatura mundial muy por debajo de 2° C, y proseguir con los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5° C con respecto a los niveles preindustriales. Sin embargo, al actual ritmo de emisiones de CO2 a la atmósfera, la humanidad solo tiene tres años para contener el calentamiento global en un nivel seguro; es decir, por debajo de 1,5º C respecto a los niveles preindustriales. Así se desprende del tercer informe Indicadores del Cambio Climático Global, realizado por un equipo de más de 60 científicos de 17 países y publicado el pasado jueves 19 de junio en la revista Earth System Science Data. Por lo tanto, los resultados son muy escasos.

Un aspecto cada vez más importante en la acción climática son las políticas de adaptación al nuevo escenario, y, a este nivel cabe decir que todavía se ha hecho bastante poco, cuando debería situarse al mismo nivel que la mitigación cuando menos.

Los impactos del cambio climático se producen en una variedad de sectores críticos en Navarra para nuestro funcionamiento y seguridad, como la salud, ecosistemas, agricultura y ganadería y gestión hídrica, entre otros, y lo que se está proyectando es que irán a más de manera rápida.

Las altas temperaturas y las olas de calor afectan a la salud, y las consecuencias son mayores en colectivos vulnerables, como personas de edad avanzada, bebés o personas con patologías crónicas. Por otra parte, los barrios con menos renta tienen una mayor vulnerabilidad ante el cambio climático, debido a la falta de aislamiento térmico, sin apenas zonas verdes y árboles, lo que supone un agravio añadido. En las zonas urbanas, donde se concentra la mayor parte de la población, se generan las llamadas islas de calor, cuyas temperaturas pueden ser de unos 8º C superiores a las zonas rurales.

En nuestra comunidad, se está desarrollando el proyecto LIFE-IP NAdapta-CC, proyecto europeo que coordina el Gobierno de Navarra, y en el que el Instituto de Salud Pública y Laboral de Navarra (ISPLN) es el responsable del desarrollo y ejecución del área de salud, que está trabajando en los factores con mayor evidencia de impacto en la salud, como las temperaturas extremas, la calidad del aire, riesgos emergentes y vectores trasmisores de enfermedades mediante la implementación y mejora de sistemas de vigilancia de estos factores, la puesta en marcha de medidas preventivas y la difusión de la información, con el objetivo de mejorar la adaptación de la población al impacto del cambio climático en su salud.

Otro de los impactos del cambio climático son las precipitaciones con cambios muy bruscos en su régimen y que conllevan problemas de disponibilidad de agua, como de precipitaciones muy intensas y torrenciales que pueden provocar inundaciones. Aunque es un tema del que habrá que estudiar y analizar más en Navarra, sí que parece que las precipitaciones van a disminuir en las próximos años. En este sentido es necesario gestionar los recursos hídricos de manera sostenible, reconociendo que la cantidad de agua disponible puede variar y que debemos ajustar nuestro consumo y gestión a esa realidad. Esto implica adoptar prácticas que maximicen el uso eficiente del agua y minimicen el desperdicio, adaptando nuestras necesidades a la disponibilidad real del recurso. Y esto cobra especial importancia en la viabilidad de ciertos regadíos y en el abastecimiento de agua que en determinados períodos puede estar comprometido.

También está presente el riesgo potencial de incendios forestales, teniendo nuestra comunidad una proporción muy grande de masa forestal respecto a su superficie. La posibilidad de que se produzcan grandes incendios y cada vez más devastadores es real y sus consecuencias rebasan al sector forestal y llegan al ámbito de la protección civil y la seguridad ciudadana, además del agrario, infraestructuras y ecosistemas.

Para hacer frente a este desafío, se requiere políticas de adaptación a todos los niveles de las instituciones, presupuestos adecuados e instrumentos de participación que involucren a la ciudadanía en la toma de decisiones.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente