Lo habitual es que a uno le aprecien más en el exterior que en su propia casa y que lo que habitualmente ninguneamos, incluso despreciamos, sea ensalzado por aquellos otros que, desde la lejanía, saben captar el valor de lo realizado por uno. Esta paradoja se manifiesta con mayor crudeza en el caso de aquellas entidades y asociaciones que impulsan proyectos globales y a muy largo plazo que, consecuentemente, no acarrean beneficio alguno en el corto plazo y esto, en la sociedad actual en que vivimos, donde la inmediatez es la regla de oro de nuestras vidas, es un pecado imperdonable. Ambas reflexiones son las que se apoderaron de mí esta semana en el viaje de vuelta de Roma donde asistí a diferentes reuniones y eventos de la Agenda Paralela del Comité de Seguridad Alimentaria organizado por la FAO, organismo de la ONU para la agricultura y la alimentación, en calidad de miembro de la Junta Directiva del Foro Rural Mundial y en el transcurso de las mismas se habló, entre otros temas, del Decenio de la Agricultura Familiar y de los derechos de los campesinos.

Les tengo que reconocer que vuelvo de Roma henchido de alegría al haber podido conocer, aunque muy superficialmente, una ciudad tan mágica y encantadora a la que, tras haber lanzado la monedita de rigor a la Fontana de Trevi, sueño volver; henchido de satisfacción gastronómica con la maravillosa pasta y muy especialmente con la carbonara recomendada por la mama de la Tratoria Da Bucatino (una típica tasca a la que aprovecho para hacer mi particular y gratuita propaganda) y henchido de orgullo tras constatar la importancia de la labor que una entidad tan pequeña como correosa como es el Foro Rural Mundial (FRM) desarrolla en el plano internacional porque, de una u otra forma, todos coinciden en reconocer que el copyright del Decenio de la Agricultura Familiar tiene su sello y que son ellos los verdaderos artífices de que la Agricultura Familiar se haya incluido en la agenda política internacional.

Me explico. El Foro Rural Mundial es una asociación sin ánimo de lucro que se creó hace 20 años y que constituye una red de asociaciones agrarias, entidades rurales y centros de investigación de los cinco continentes cuyo fin principal, en pocas palabras, es el impulso de la Agricultura Familiar. El FRM es un frondoso árbol con profundas raíces en la tierra vasca pero cuyo tronco apunta altísimo y cuyas ramas se extienden por todos los rincones del globo, repito, impulsando la agricultura familiar que a mí, personalmente, me gusta llamarla, la agricultura a escala humana.

La lógica de los mercados mundiales y la política agraria impulsada por los organismos internacionales y gobiernos nacionales nos venían diciendo que la agricultura a gran escala, de lógica industrial y orientada a los mercados internacionales era la única solución al problema de la hambruna que, por cierto, asola a esos 821 millones de personas que padecen hambre crónica pero la mera observación de la cruda pero tozuda realidad y la persistencia del dramático panorama en muchos países nos hacen abrir los ojos y nos muestran que el fomento de la agricultura familiar, bien sea orientada al autoconsumo bien sea orientada al comercio, es la mejor herramienta para dar solución al problema del hambre antes planteado si tenemos en cuenta que son estas familias agricultoras las que producen aproximadamente el 80% del valor de los alimentos del mundo pero, tal y como recoge la propia FAO en su campaña #CeroHambre, paradójicamente son estos mismos millones de agricultores los que, principalmente, sufren las penalidades de la hambruna y las consecuencias de la inseguridad alimentaria.

El FRM inició su andadura hace veinte años por un pequeño equipo que capitaneados por Joxe Mari Zeberio, verdadero alma mater de la criatura y actual presidente, y tras estos largos años de andadura y habiendo superado el recelo, incomprensión y ninguneo de muchos de nosotros, lo cierto es que que en estos momentos es magníficamente dirigido por Zeberio y el tandem Auxtin Ortiz y Laura Lorenzo que complementan con su profesionalidad y rigurosidad el ímpetu del primero.

No está en mi ánimo hacer la pelota a nadie pero, tal y como decía al inicio, en unos momentos donde la inmediatez manda y donde el trabajo por el bien común, en este caso, el bien común de millones de agricultores del mundo que no tienen quien les defienda, creo que es de justicia poner en valor el trabajo de este colectivo, tan pequeño como insistencialista que con sus planteamientos, con su trabajo en las instituciones internacionales, con su trabajo callado en pasillos de organismos infestados de altos funcionarios que observan la pobreza desde la lejanía, hacen un magnífico trabajo para mejorar la vida de millones de familias de agricultores y la economía de amplias zonas rurales para así aminorar la imparable migración a las urbes y de paso, cuestión que tampoco les es suficientemente reconocida en nuestra propia casa, ejercen una inmejorable labor diplomática y embajadores del País Vasco por que a pesar de su inevitable carácter internacional, su labor tiene un marcado acento vasco.

Termino. En marzo del 2019 el FRM celebra una Conferencia Global para dar el pistoletazo de salida del Decenio de la Agricultura Familiar y serán los máximos dirigentes de la FAO, FIDA ( fondo internacional para el desarrollo de la agricultura) así como diferentes mandatarios vascos, estatales como internacionales los que con su presencia arropan e impulsan al propio FRM pero, lo que es más importante, dan un mensaje de esperanza a esos millones de agricultores familiares que hasta ahora habían sido tratados como verdaderos miserables de la tierra, cuando no, olvidados.