la sociedad navarra, primero tímida y luego masivamente, se ha manifestado de forma activa contra el terrorismo de ETA. La primera gran manifestación se produjo en 1980 tras el gravísimo atentado contra el entonces director de Diario de Navarra José Javier Uranga. Miles de navarros y navarras tomaron el espacio público indignadas por el asesinato de José Luis Prieto en 1981. En 1985, setenta mil personas se manifestaron en Pamplona por la paz y contra ETA horrorizadas por el asesinato del niño Alfredo Aguirre y del policía nacional Francisco Miguel. La ciudadanía de Estella se echó a la calle para condenar el asesinato de dos guardias civiles de la Agrupación de Tráfico. Con motivo del secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco, en pleno San Fermín, los pamploneses y pamplonesas convirtieron la fiesta en histórica protesta. Posteriormente se produjeron multitudinarias manifestaciones para denunciar los asesinatos de Tomás Caballero y Pedro Antonio Blanco. El 26 de febrero del 2000 se manifiestan nuevamente en Pamplona cincuenta mil personas contra el asesinato del socialista Fernando Buesa y de su escolta Jorge Diez. Por desgracia no sería la última vez. La banda terrorista asesina, y el pueblo se manifiesta en contra, al subteniente Francisco Casanova en Berriozar y al concejal de UPN en Leiza Javier Múgica. La última gran marcha contra ETA fue para protestar por el asesinato en Sangüesa de dos policías nacionales, Julián Embid y Bonifacio Martín.

Mención especial merecen, por surgir de la sociedad civil, organizaciones como Gesto Por la Paz. La valentía personal y el coraje democrático de este grupo de ciudadanos, muchas veces reducido, que se manifestaban tras una pancarta después de cada atentado (y desgraciadamente fueron muchas veces) es digno de recuerdo y se debería enseñar en las escuelas. Durante demasiado tiempo la libertad tuvo forma de lazo azul. Cuando el 1 de enero de 2013 se disuelve, la Asociación emite un comunicado que, leído hoy, sigue emocionando; entre otras cosas dice: “nos sentimos dichosos de haber podido formar parte de ese grupo de gente que supo levantarse de la postración ética que sufría nuestra sociedad para emprender el camino hacia el horizonte de la dignidad humana”.

No menos ejemplares fueron los vecinos y vecinas de Berriozar encuadrados en Vecinos de Paz. También, decenas de personas de diversas ideologías fundaron el grupo Libertad Ya, que fue especialmente activo con su ¡basta ya! a una ETA enrocada en su proyecto totalitario.

Más tarde, cuando los familiares de las víctimas del horror se organizan en asociaciones, comienzan a producirse (y siguen en la actualidad) concentraciones y actos de homenaje a los asesinados, desplazados, extorsionados, amenazados, organizados desde sus propios colectivos. Una excelente oportunidad para que los ciudadanos podamos continuar con las históricas movilizaciones pacifistas.

El sociólogo Gabriel Gatti en su proyecto académico Mundo(s) de Víctimas opina que hay que ser sensibles a las reivindicaciones de estos colectivos porque su base es el ciudadano-víctima. Figura históricamente reciente que sintetiza la idea moderna de ciudadanía, humanismo y derechos humanos.

Las víctimas del terrorismo y sus asociaciones deben ser apoyadas por ciudadanos y ciudadanas que, de forma individual o colectivamente, ofrezcan su solidaridad.

El historiador José Álvarez Junco explica recientemente en un artículo de prensa que “la función de la historia es conocer el pasado. Investigar, recoger pruebas, organizarlas según un esquema racional y explicar lo que pasó de manera convincente. Pero a poca gente le interesa la verdad”. Pues es perentorio que nos pongamos a trabajar para documentar lo acontecido con la barbarie de ETA para que no caiga en el olvido, y exista garantía de no repetición.

Parece ser que desde la neurología se afirma que no existe un mecanismo en la mente humana que garantice el carácter verídico de nuestros recuerdos. Si esto es así a nivel individual, no lo es necesariamente en un plano colectivo porque como dice Oliver Sacks “nuestra única verdad es la verdad narrativa” o lo que es lo mismo, la memoria no surge solo de la experiencia, sino del intercambio de muchas mentes con muchas experiencias.

Es deseable que instituciones, partidos políticos, asociaciones de víctimas, asociaciones deslegitimadoras de la violencia, universidades, activistas de la memoria y ciudadanos y ciudadanas construyamos desde la máxima pluralidad un relato veraz sobre la vulneración sistemática de los derechos humanos, cometidos contra la población civil por ETA, durante los últimos 50 años. Y luego contarlo muchas veces, a mucha gente, durante todo el tiempo que sea necesario.

El autor es responsable de la Oficina de Memoria Democrática del PSN-PSOE