somos cada vez más las personas que tenemos costumbre de acudir al medio natural y rural lo que los naturalistas llamamos salidas al campo. Cualquier fin de semana y ahora que se acerca la primavera es fácil ver excursionistas, senderistas, aficionados a la observación de las aves, etcétera, entre otras muchas personas, recorrer el campo disfrutando del aire libre y de la paz interior y exterior que solo la naturaleza nos puede regalar.

Pero cuando salimos al monte no debemos pensar que uno o una puede hacer lo que le viene en gana. Tenemos que ser conscientes de que nuestra forma de actuar en el campo, en el monte? es muy importante. Un uso inadecuado de estos lugares puede provocar notables impactos en el suelo, en la flora y la fauna. Si a esto se añade la extraña costumbre de arrojar basuras, aunque cada vez se hace menos, no es de extrañar que muchos lugares estén tan degradados que casi no sirven para su fin original: el descanso y el contacto con la naturaleza.

Por eso, hay que observar unas normas de comportamiento. Al lado de montañeros, naturalistas y familias, también salen al campo personas que meten ruido, que realizan verdaderas diabluras, como dejar señales en los árboles, y también siguen existiendo los tristemente célebres domingueros, que dejan basura por todas partes.

Muchas veces se piensa que determinados residuos arrojados en el campo se degradan sin mayores problemas. Nada más lejos de la realidad. Un papel clínex puede tardar tres o cuatro meses en degradarse, los restos de comida no terminarán de pudrirlos los microorganismos del suelo antes de ocho meses, un cigarrillo con filtro requerirá de 1 a 2 años, y un papel de periódico -mucho más resistente que los papeles higiénicos-, unos cinco años, más o menos los mismos que un chicle. Pero lo peor son los envases, que supone el 40% de los residuos que se acumulan en los espacios naturales. Hechos para durar y con el peso mínimo para que facilite el transporte del contenido, los envases son el resultado de complejos procesos químicos que nada tienen que ver con los materiales que se encuentran en la naturaleza. En su inmensa mayoría, los envases no tienen insectos, hongos o bacterias que los degraden y es la erosión y los agentes químicos naturales quienes harán el trabajo de retirarlos de la vista. Un bote de hojalata no se degrada antes de una década; un tetra brik (compuesto de cartón, plástico y aluminio) resiste a la erosión varias décadas; una bolsa de plástico, entre 10 y 20 años; un vidrio, entre 3.000 y 4.000 años. Además, las botellas de vidrio pueden ser causa de incendio forestal.

Un aspecto importante a señalar es que la mayor parte de los residuos plásticos que se encuentra en los mares y océanos ha sido transportada por vía fluvial. Es decir, la basura también ahoga a los entornos fluviales, unos espacios especialmente sensibles debido a la escasez de agua y la contaminación que sufren (el 60% de los ríos y acuíferos europeos se encuentran en mal estado).

Otro objeto insignificante para nuestra vida, pero enormemente dañino para la naturaleza, son las anillas que sujetan las latas de refresco. Miles y miles de estos envases se tiran cada año de forma incontrolada en nuestra comunidad, de modo que los aros estrangulan a multitud de pequeños mamíferos y aves que introducen la cabeza en ellos para jugar y ya no pueden sacarla.

Asimismo, otra acción del ser humano que provoca un fuerte impacto en la vegetación y la flora es el corte de leñas para hacer fuego, corte que generalmente se produce sobre cualquier vegetal y en cualquier estado, hecho que favorece en muchos casos la implantación de parásitos en las heridas abiertas al árbol. Cuando existen plagas en bosques próximos, el riesgo se incrementa considerablemente.

Por lo tanto, es importante guardar unas normas de comportamiento, lo que se puede denominar como el código de la naturaleza. Así, en primer lugar, es necesario actuar con el sentido común, evitando, por ejemplo, los fuegos, salvo en los lugares permitidos; el destrozo de la vegetación, no arrancando, talando o serrando ramas ni árboles para construir refugios o en general esas simpáticas cabañas. Además, esas prácticas están penadas por la ley.

Con respecto a la basura, hay que poner en marcha nuestro propio programa de vertido cero. Los desperdicios, pulcramente recogidos en bolsas, deben ser depositados en el contenedor más próximo o, si no lo hay, llevarse la basura a casa, dejando el lugar de forma que parezca que allí no ha estado nadie.

Por otra parte, hay que procurar no molestar a los animales que encuentres, tanto salvajes como domésticos. Si llevas perro, tenlo bien amárralo y vigilado para que no los asuste.

No dañar vallas, setos y tapias. Además de los daños inherentes a la rotura del límite de una propiedad privada, un muro de piedra puede ser, también, refugio para fauna como insectos, arácnidos, reptiles y micromamíferos, amén de ser patrimonio cultural en algunos lugares.

Finalmente, conviene informarse previamente del lugar o paraje natural a donde se va el domingo o el fin de semana, los caminos más cercanos para andar, bosques, ríos, parques? Escuchar a los habitantes de esas zonas, a los agricultores-baserritarras, conocer sus recursos y su forma de vida, y valorar por lo general lo mucho que hacen por la conservación de la naturaleza. En definitiva, respetar la vida rural.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente