vienen ya las elecciones generales y una parte de la población está acongojada por la posibilidad de que la derecha extrema (PP y Ciudadanos) y la extrema derecha (Vox) ganen conjuntamente e implanten un gobierno, que no solamente no avance sino que nos haga retroceder a épocas ya superadas.

Este avance de la extrema derecha ya la hemos visto en Estados Unidos, en Colombia, en Brasil, pero también en buena parte de la Unión Europea. Hay quien pretende equipararlo al fascismo de los años 30 y es verdad que tiene connotaciones similares. Pero hay que analizar sus orígenes, y sus formas. En los años 80, comenzó una etapa del capitalismo que hemos llamado neoliberalismo. Lo hizo en primer lugar en el Chile de Pinochet asesorados por la Escuela de Chicago. Con estas teorías económicas se ha sometido a las poblaciones a una regresión de los derechos sociales y laborales, a un empobrecimiento y a una supeditación a organizaciones supranacionales, el Foro Monetario Internacional a nivel internacional, y la Unión Europea en el continente europeo. Estas organizaciones han impuesto siempre una pérdida de soberanía de los pueblos, y les han obligado a pagar deudas monstruosas a los mercados financieros. Esto ha permitido el enriquecimiento exagerado de una minoría y el empobrecimiento de la mayoría, todo ello agravado con la llamada crisis de 2008.

Cuando estos poderes se han dado cuenta de que se podía fraguar una alternativa que les pusiera en cuestión, por el descrédito de los partidos que hasta ese momento les hacían de trileros (conservadores, liberales y socialdemócratas), se han apresurado a sacar de la chistera a la extrema derecha. Han cambiado a los judíos por los inmigrantes. Echan la culpa de la falta de trabajo a los países pobres o emergentes, y toman de chivo expiatorio al feminismo que se ha convertido en una vanguardia de la lucha por la igualdad. En España, suman el odio a todo el nacionalismo que no sea el español. Es verdad que ya no se visten con camisas pardas o azules. Al contrario, se llaman a sí mismo constitucionalistas y exigen a los demás para serlo que acaten su autoridad y su ideología. Esas derechas tienen en común el programa económico, que pasa por eliminar impuestos a las grandes fortunas y permitir que las masas trabajadoras puedan ser explotadas por las buenas o por las malas, desregulando el mercado laboral mediante la aplicación de reformas laborales. Nos llevan a una democracia de bajísima calidad, con derechos restringidos a través de legislaciones regresivas como la Ley Mordaza.

Por lo tanto, enfrentarse a esa extrema derecha es enfrentarse al capitalismo actual y a las políticas neoliberales. El partido emergente Vox se ha aliado con la derecha, con el PP -corrupto y en horas bajas- y con Ciudadanos, que empezó siendo liberal y socialdemócrata y acaba gobernando en Andalucía con los anteriores y ya tacha al PSOE de anticonstitucional.

Hemos tenido un gobierno del PSOE, aupado al gobierno por el resto de fuerzas de la izquierda y nacionalistas. Su promesa era acabar en pocos meses con la reforma laboral, la Ley Mordaza, hacer alguna mejora fiscal, comenzar un diálogo con los independentistas catalanes, y sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos. Nadie esperaba mucho más de ellos. A pesar de ello, efectivamente ha sido incapaz o no ha querido cumplir con ninguna de sus promesas. Unidos Podemos logró arrancarle unos presupuestos para el año 2019 razonablemente progresistas, pero el gobierno del PSOE se arrugó al enfrentarse a la derecha y a muchos de sus barones en cuanto le recriminaron hablar con los independentistas. También es verdad que a los independentistas de Cataluña solo les preocupa el procés y el juicio a sus políticos, ignorando totalmente las necesidades de las capas sociales más humildes de su población. Hemos visto a un PSOE incapaz y sumiso ante cualquier poder, como hemos comprobado en cuanto Trump le ha exigido el reconocimiento de Guaidó en Venezuela. Hoy en día no se puede decir ser de izquierdas y ser sumiso con el imperialismo. El servilismo ante el capitalismo ha llevado a la socialdemocracia a la inanición. Hoy al capitalismo no le sirven ya partidos que le supongan rebajas en lo que es su motor, el beneficio a toda costa.

Con el PSOE como fuerza mayoritaria es imposible que este país llamado España pueda enfrentarse a la extrema derecha y a sus causas, es decir, las políticas neoliberales. A nivel estatal, nos podemos acordar de la reforma del Artículo 135 de la Constitución en lo económico, de la entrada de nuestro país en la OTAN o del apoyo a la aplicación del artículo 155 a Cataluña. Ya lo hemos conocido en Navarra con tres intentos fallidos, y ha tenido que ser una coalición de nacionalistas y de las izquierdas estatales, en donde ya no se necesitaba al PSOE, la única forma de quitarle a la derecha el Gobierno de Navarra.

De cara a las próximas elecciones generales, la presidenta Uxue Barkos nos plantea otra tesis, la de crear una candidatura del cambio en la que estén las cuatro formaciones políticas que han apoyado su gobierno. En primer lugar, nosotros hemos apoyado ese gobierno como una solución táctica para echar a la derecha española UPN, pero no tenemos muchas más cosas en común con el PNV. Si tenemos que reeditar el cuatripartito lo haremos, por la misma necesidad que lo hicimos hace 4 años. Pero nuestros objetivos son una España federal que avance hacia el socialismo. Por lo tanto, discrepamos con el nacionalismo vasco en los objetivos finales.

En segundo lugar, no nos podemos enfrentar a la extrema derecha y a la derecha española con la articulación territorial. Eso solo no funciona. Más aún sería contraproducente porque exacerba el nacionalismo español. Ya lo hemos visto con Cataluña.

Esa alternativa estatal federalista se tendrá que hacer sin el concurso del PSOE o al menos con un peso minoritario de éste. Ya sabemos que esa vía nos costará más esfuerzo y más tiempo. Pero no hay otra.

Hay que construir una alternativa estatal fuerte, una República Federal que reconozca el derecho de autodeterminación, que permita romper con la oligarquía española, con el tardofranquismo y con el régimen del 78. Que nos permita hacer una nueva economía que no se base solo en el turismo y el ladrillo, y que a su vez nos asegure pan, techo, trabajo, pero también libertades e igualdad. Que permita, por lo tanto, que en España quepamos todos, pero desde el consenso y la libertad de decidir esa unión.

Y en la construcción de esa alternativa tendremos que llegar a acuerdos con los nacionalismos progresistas, a todos nos interesa esa acumulación de fuerzas en un camino conjunto que será largo. Es la única manera de asegurar que podamos hacer de España un nuevo país, que a los nacionalismos les asegure el ejercicio del derecho de autodeterminación, y que de forma inmediata paralice el oscurantismo centralista que se nos viene encima.

Los autores son miembros de la Comisión Política del PCE-EPK Navarra