Leo en DIARIO DE NOTICIAS, con estupor, cómo los opositores al mantenimiento del antiguo Monumento a Los Caídos refuerzan su dialéctica antiprogreso y vuelven con el ya manido, destruir, derribar, derruir. Llevamos toda la legislatura mareando la perdiz para, al final, avanzar poco. Básicamente aparecen aquí dos posturas, la primera, la de mantener el edificio, renovándolo en todo lo que fuera necesario y rehabilitándolo como un ente cultural útil para nuestra sociedad. La plataforma pro Museo de Pamplona en el antiguo Monumento a los Caídos, a la que me honro en pertenecer, lleva años trabajando esa línea. La otra postura es la del derruir, derribar, destruir, sin atender ningún razonamiento artístico, urbanístico, de dotar al edificio de nuevos significados, etcétera. Después de unos años en que estos últimos han vociferado todo lo que han podido ahora vuelven con argumentos cada vez más carcas, antidemocráticos y antiprogresistas. El pasado 18 de marzo, don Javier García Charlea, que desconozco absolutamente quién es, escribía en DIARIO DE NOTICIAS un artículo en ese sentido. Por supuesto, con argumentos guerracivilistas y, en mi opinión, claramente antidemocráticos. El comienzo, el de siempre; “una razzia que dejó miles de muertos y todo un reguero de detenciones, torturas, multas, cárcel, requisas, etcétera, estemos, en aras de una falsa democracia-debate-convivencia-reconciliadora, elucubrando que hacer con un monumento al fascio”, “burla y escarnio hacia una gran parte de la población por parte de los asesinos, albaceas, herederos y avalistas de la destrucción de la libertad durante décadas”, etcétera. A continuación, pseudoargumenta en siete puntos el porqué de la destrucción del monumento. Y digo pseudoargumentos porque es lo de siempre, el terror, el fascismo, los asesinados, etcétera. El final, de asustar, ya que saca una vena totalitaria que casi da miedo, “Dejémonos de proyectos, concursos, expertos, arquitectos, ideas premiadas y barnices pseudodemocráticos como el plantear una votación porque no hay valentía para llevar a cabo la destrucción del monumento al fascismo”; lo que decía en el título, derruir por narices. Proyectos, fuera que no nos convienen; concursos, cuidado que igual no dicen lo que yo quiero; expertos, no que igual razonan? ¡para echarse a temblar! Señor García, los argumentos que usted maneja, a mi entender, son totalitarios, antiguos y ultraconservadores. A lo mejor la sociedad navarra no es la que usted cree, anclada hace 85 años, como claramente demuestra que lo está usted. La mayoría hemos pasado página, la mayoría queremos recordar la historia, la mayoría estamos de acuerdo, ¡no faltaba más!, en honrar la memoria de las víctimas, pero de todas las víctimas de aquel horror. Ello no está reñido con el mantenimiento de un edificio que puede ser muy útil a nuestra sociedad. Resulta evidente, aunque muchos “ciegos interesados” digan otra cosa, que el edificio está protegido, que el edificio tiene unos valores artísticos muy destacables, que el edificio es uno de los más notables de todo Navarra en su momento histórico. Sé que todos esos argumentos importan muy poco a aquellos que siguen anclados en el espíritu guerra-civilista, cegados por la revancha y por el deseo enfermizo de cambiar la historia. Pero los argumentos están ahí. La propia Ley de Memoria Histórica ampara claramente el edificio. El artículo 15-2 de la ley 52/2007 dice con absoluta claridad “cuando concurran razones artísticas, arquitectónicas o artístico-religiosas protegidas por la ley”. En dicho edificio es perfectamente posible efectuar una inteligente rehabilitación, despojándolo de sus antiguos significados, y dotando de una gran infraestructura cultural a Pamplona. Eso, seguramente, es mirar al futuro, eso es progreso, eso es tener la suficiente inteligencia como para avanzar en un futuro de desarrollo y concordia. Yo, desde luego no añoro el franquismo, ni defenderé en absoluto dejar el Monumento como está, que desde luego no creo que sirva para nada. Pero el antiguo Monumento a los Caídos no es ningún problema para Pamplona y para la sociedad navarra; al contrario, es una gran oportunidad. Hemos sido muy críticos con el concurso de ideas de Abaurrea y Asiron porque sabíamos de antemano que no iba a ningún lado y que, básicamente, serviría para tirar el dinero. El concurso está ahora mismo en el TAN, que a lo mejor falla en contra del mismo. Pero claro, la mayoría de las ideas arquitectónicas abogan por mantener el edificio y eso, a los guerracivilistas les escuece. También es cierto que en muchas de las ideas presentadas hay elementos muy interesantes y aprovechables. En ningún sitio de Europa, en ningún sitio medianamente civilizado se tiraría un edificio como ese. Una parte importantísima de la sociedad navarra lo tiene superado. Ya sé que usted nos va a tildar de miembros de UPN, de fascistas, de herederos del franquismo y demás. Yo le invito a que supere ese profundo sentido guerra-civilista y deje de obsesionarse con el 36, con el 36. ¡Aquello fue penoso! Por supuesto que hay que reconocer a aquellas víctimas navarras que fueron masacradas en las cunetas o en las tapias de los cementerios. ¡Eso es de auténtica justicia! Como honraremos también a los cientos y cientos de navarros asesinados por la barbarie del otro bando, en especial, religiosos y religiosas. En acordarnos de las víctimas, en esa memoria histórica, podemos encontrarnos sin duda. En derruir un edificio por narices y cegados por un odio de hace 85 años, desde luego que no. Lo he dicho ya en otras ocasiones? es necesario avanzar y trabajar en progreso.

El autor es profesor e historiador del arte