El siempre añorado Xabier Arzalluz decía que en política, entre el original y la copìa, el votante solía optar, mayoritariamente por el original. Pues bien, si miramos los resultados de las elecciones generales del domingo 28 , al menos en lo que se refiere al bando de la derecha, estimo que ha ocurrido algo similar puesto que los votantes de la derecha radical, hasta ahora agazapados en el seno del PP, han optado por el original, VOX, que dice a los cuatro vientos y con descaro lo que más de uno pensaba hasta el momento y no lo proclamaba a los cuatro vientos por temor a perder ese espacio de centro que, según todos, es el que proporciona las grandes victorias.

Al final, el centro se lo ha llevado, en gran parte, el PSOE, y mientras tanto, el hasta ahora hegemónico partido del centro-derecha, PP, se ha llevado un ostión antológico y se ha quedado realmente noqueado, a la espera de los resultados del 26 de mayo donde puede ser bien rematado del todo bien parcialmente resucitado. Yo, que como supondrán no soy votante popular, cara al 26 de mayo, preveo que el golpe será tal que hasta la eficaz europarlamentaria popular, la riojana Esther Herranz, que va en el puesto 14, se pueda quedar fuera del hemiciclo y permítanme que, desde la distancia ideológica, sienta muy mucho que el sector agrario estatal pueda perder una currela y aliada sectorial de esta categoría.

Hablando de copias y de original, me viene a la cabeza una noticia reciente sobre el lanzamiento de los productos de la marca Ethica Meat (carne ética, en castellano) para el año 2021 por parte de la empresa vasca Biotech Foods, una empresa que se dedica a producir falsa carne con la construcción de tejidos musculares a partir de células madre de animales sin intervención ni modificación genética con el objetivo de emprender una «revolución alimentaria». Así, como lo leen, en Euskadi, en el país del txuletón por antonomasia, en un laboratorio se dedican a construir falsa carne y encima, pretenden vendérnosla, como ética.

A mí, este tipo de innovaciones me pillan un poquito mayor pero más allá de la edad no pretendo comulgar con ruedas de molino ni bajar la guardia ante semejantes experimentos, por muchos fondos de inversión que allá por detrás y por muchas campañas con que nos intenten convencer que lo realmente natural, ético y medioambientalmente recomendable, es sustituir la carne natural, proveniente de nuestra cabaña ganadera por un sucedáneo producido en un laboratorio a base de vete a saber qué.

Soy consciente de los enormes retos medioambientales que nos plantea el inquietante e imparable crecimiento de la población mundial si todos los millones de habitantes del globo se alimentan con la, llamémosla, dieta occidental y que por todo ello, deberemos ir hacia una alimentación más variada, más vegetal, con menos carne por lo tanto, y todo ello acompañado de un modo de vida saludable donde la práctica deportiva sea parte fundamental. Ahora bien, de ahí a comer falsa carne producida en un laboratorio, por mucho que sea “made in Euskadi”, va un trecho demasiado amplio que al menos yo, como consumidor, no pienso recorrer.

Prefiero consumir carne de vacuno, cordero, cabrito, pollo, conejo, etc. producida en nuestros caseríos, explotaciones familiares, que gestionan territorio, modelan paisaje y además, sirven para fijar población en los pueblitos que conforman el mundo rural. No creo que consumir esta carne, cercana, local, kilómetro cero, producida en nuestros caseríos sea peor, ni ética ni medioambientalmente hablando, que consumir esa falsa carne producida en laboratorio y además, permítanme la sugerencia, creo que antes de que sea demasiado tarde, las autoridades administrativas, empezando por la Unión Europea y hasta la administración más cercana, debiera tomar cartas en el asunto y regular su etiquetado para que, a semejanza de las bebidas vegetales que no pueden ser etiquetadas como leche, esta masa de laboratorio pueda ser etiquetada como carne y, menos aún, como “carne ética”.

En esta sociedad moderna, esta sociedad del plexiglás, con muchas ventajas pero no menos chorradas, donde se dice apostar por lo natural mientras se abre la puerta a estas inquietantes innovaciones que, a mí personalmente, me ponen los pelos de punta, son muchos los que denostan la carne bien sea por cuestiones medioambientales bien sea por razones animalistas (no voy a referirme a esos auténticos memos que agarrados al camión lloraban por los animales que iban al matadero) pero todos ellos, mientras tanto, intentan producir o inventar productos que se le parezcan tanto en el aspecto como en el sabor y, digo yo, ¿por algo será, no?.

Pues yo, como Don ErrequeErre, voy a seguir optando por el original, es decir, por la carne producida por nuestros baserritarras. ¿Y usted?