estaremos de acuerdo al considerar que, en los últimos 50 o 60 años, se han producido cambios extraordinarios en las actitudes y conductas sexuales de una buena parte de la población navarra.

Pues bien, si la juventud actual pudiera hablar con sus abuelos y abuelas sobre estos asuntos y estos les contaran cómo aprendieron los conocimientos sexuales, a través de qué vías, o cómo han vivido su sexualidad, muchos/as jóvenes considerarían que estarían hablando de la época de los dinosaurios o que, tal vez, se referían a otra galaxia. Les cuesta hacerse una idea de cómo “se lo montaban” sus abuelos/as, porque el silencio, la ocultación y la prohibición fueron los patrones dominantes para ellos. Además, por aquel entonces, casi todo era pecado. “Pero ¿es verdad? ¿fue así?” nos inquieren cuando hablamos de esto con ellos/as. Sí, es verdad. En efecto, uno de los cambios más espectaculares acontecidos en nuestra sociedad en el último siglo, han sido los aprendizajes sexuales y la concepción social respecto de la sexualidad y de las relaciones afectivas y eróticas. Hemos pasado de ese oscurantismo, a la pornografía más dura y agresiva que nos podamos imaginar: gratuita, accesible las 24 horas del día, durante los 365 días al año, en la que una buena parte de nuestros chicos y chicas van configurando su modo de conocer y vivir esta parte de su vida y de sus relaciones. A mí esto me parece terrible por el modelo de comportamiento sexual y afectivo que ofrece mayoritariamente el porno. Pero no les parece lo mismo a algunos los responsables políticos de la educación y la salud, porque no hacen gran cosa. Y a muchos/as profesionales y familias tampoco.

Los problemas, nuevos y complejos, no han hecho más que comenzar. Los casos, muy mediáticos, de agresiones sexuales a mujeres y niñas, el acceso de los jóvenes a la prostitución, el incremento de disfunciones sexuales en las parejas, el consumo masivo de porno sin ningún control o los riesgos de salud reproductiva (aborto, infecciones sexuales?) son, probablemente, solo la punta del iceberg de las consecuencias que comporta el abandono, y hasta desidia, de nuestra sociedad de esta dimensión humana, que está presente en la vida de todas las personas desde que nacemos hasta que morimos. Sobre la prostitución, las agresiones sexuales y la pornografía ya hemos hablado en estas mismas páginas.

Pero es que, además, la sociedad se ha hipersexualizado en demasía: el sexo se ha convertido en un elemento de consumo más, y lo mismo se utiliza para vender automóviles que joyas o vestimentas. Todo vale con tal de vender, instrumentalizando sobre todo el cuerpo femenino. A veces de manera torticera.

Entre medias, entre aquel oscurantismo y la hipersexualización actual, nada significativo. Por esta razón, decimos con rotundidad, que hace falta una educación sexual profesional, científica, impartida por docentes cualificados, desde la educación primaria hasta la universidad. Y, en cada familia, ponerse las pilas y contribuir activamente a que algo tan hermoso y saludable como es la sexualidad, para la mayoría de las personas, no se convierta en un drama humano y provoque tantos sufrimientos. Decir tal cosa no es novedoso. Nosotros venimos diciéndolo, por activa y por pasiva, en esta querida tierra desde hace 40 años.

Lamentablemente el mensaje no acaba de calar ni en los políticos/as, ni en las instituciones, ni en las familias. De una manera contundente como para tomar decisiones valientes y frenar los efectos de esta situación. Afortunadamente hay una mayor visibilización social y en cualquier informativo se habla del porno y los jóvenes. Un avance, cierto. Sin embargo, cuando se plantea algún tipo de intervención sistemática en la práctica, a menudo, lo que acontece es una suerte de enfrentamiento feroz, fruto de la excesiva politización e ideologización que se ha hecho de la sexualidad. Y así nos va. Entre unos y otros la casa sin barrer. Nos cuesta aceptar que, la polémica, en estos asuntos, acaba siendo un hándicap, un freno, para la normalización de la educación sexual. Nosotros hemos mostrado esta situación en un reciente libro.

Hay muchos modelos y conceptos referidos a la práctica de la educación sexual. En 1982, nosotros presentábamos el nuestro, describiendo y analizando algunos de los existentes en aquel momento. Lo seguimos defendiendo con las lógicas actualizaciones: una educación sexual profesional, basada en los avances y descubrimientos científicos que, en síntesis, prevenga los riesgos sexuales y reproductivos y, en particular, fomente una visión positiva de la sexualidad y una vivencia saludable -para aquellas personas que así lo deseen, porque la sexualidad solo es posible en la libertad-, fuente de placer y bienestar psicosocial, basada en el mutuo acuerdo, la igualdad, la corresponsabilidad y el respeto escrupuloso a los deseos y sentimientos de la otra persona. Habría muchos más objetivos (actitudes positivas, resolución de conflictos interpersonales, capacidad crítica frente al porno?) pero eso escapa a la pretensión de este artículo divulgativo.

Esta educación sexual que proponemos tiene sentido en sí misma. Un enfoque igualitario en lo referido a la educación de género o la coeducación son imprescindibles, cierto, pero al igual que deberían tener el resto de las áreas de conocimiento en toda la enseñanza, ya que son asuntos inequívocamente transversales. Si no hay esa transversalidad en todos los órdenes educativos, poco avanzaremos. Y aquí todos tienen que “mojarse”: no solo la enseñanza reglada, también la familia y los servicios sociosanitarios, incluso la propia sociedad, remando en la misma dirección, sumando, porque lo que se pretende es capacitar integralmente a las futuras generaciones y que paremos los destrozos que está generando esta situación incomprensible.

Se trata de una cuestión de salud y de relaciones afectivas igualitarias y saludables. Y los hijos de la derecha, las hijas de la izquierda o la juventud del centro, incluso las de la ultraderecha, tienen similares necesidades y se enfrentan a riesgos parecidos en la sociedad en la que les ha tocado vivir. ¿Para cuándo, entonces, un pacto político y social sobre la educación sexual? Sería terrible que la educación sexual se pasara de moda sin haberse normalizado. Aún estamos a tiempo de evitar que los chicos y chicas de hoy nos recriminen, dentro de algunos años y con toda la razón, que no hubiéramos tenido la valentía de cambiar esa realidad.

El autor es Dr. en Psicología, especialista en Sexología, autor del libro ‘Sexo, poder, religión y política’ en Navarra, publicado por Amazon