el primer derecho de los menores es a ser protegidos. Y este no es un derecho sobre el que el resto de la sociedad pueda permanecer impasible o ignorante. Los niños y niñas y adolescentes de hoy son las personas adultas con quienes vamos a convivir en sociedad. Y nadie quiere convivir con personas maleducadas, inestables, inmaduras, llenas de prejuicios o violentas. Absolutamente nadie, salvo quizá otras personas maleducadas inestables, inmaduras, llenas de prejuicios o quizá violentas. Por eso, es absolutamente estéril plantear un debate social sobre los mal llamados Menores Extranjeros No Acompañados, MENA, que en realidad deberíamos llamar Menores extranjeros desprotegidos. Porque el término MENA obvia -o, al menos, oculta parcialmente- lo fundamental de estas personas: son menores, son niños y niñas. Decía el informe del Defensor del Pueblo de España en 2018 que estos niños, niñas y adolescentes tienen una doble condición extrema de vulnerabilidad, como menor de edad y como extranjero; y destacaba que son menores antes que extranjeros. Así es. Y, por ello, permítannos que empleemos el término de menores extranjeros desprotegidos (MED), que recoge mejor lo que son, lo que padecen y a lo que se enfrentan.

Estos menores emprenden un viaje en busca de un futuro mejor que el que les ofrece su país. Sus familias son las que corren con los gastos (que los tienen) de mandarlos al extranjero (aquí, y desde su perspectiva? qué cosas? el extranjero somos nosotros). Atraviesan desiertos y mares, expuestos a la trata, a los abusos y a todo tipo de riesgos. Y, cuando finalmente llegan a Europa? estos chicos y chicas de 13, 14 o 15 años pasan a ser vistos simplemente como extranjeros. Cuando siguen siendo chicos y chicas, niños y niñas, adolescentes.

Los y las menores extranjeros en desprotección, cuando llegan a Navarra se incorporan a programas que demuestran que la nuestra es una tierra preparada para la acogida. En los centros se trabaja un modelo de atención de carácter educativo, dirigido a la plena integración social, que les acompaña desde su entrada en el sistema (la media está hoy en los 15,9 años) hasta que cumplen los 21. Estos programas de inserción sociolaboral funcionan y permiten la generación de itinerarios de acompañamiento y de formación de estos menores. Facilitan que estas personas, que tienen toda la vida por delante, y que han demostrado (para su desgracia) una gran capacidad de sacrificio y de esfuerzo, puedan aportar toda su capacidad al bien común de Navarra.

Esta es su historia. La historia que viven ellos y ellas. Una historia de adaptación, puesto que el 80% de los menores que reciben formación sociolingüística y profesional en los programas PISEP consigue el certificado de profesionalidad. Una historia de superación, como el menor de origen marroquí que ya estudia Formación Profesional de Grado Medio, después de haber llegado aquí sin apenas conocer el idioma. Una historia de integración, como la que viven en la casa que varios procedentes de Senegal, Gambia o Mali compartieron en el Concejo de Zábal: los menores se convirtieron durante su estancia en unos habitantes más, participando como vecinos en torneos deportivos o en las fiestas patronales.

En esa labor de acogida, las instituciones podemos hacerlo mejor o peor; pero, en las críticas a la gestión, con excesiva frecuencia se deslizan planteamientos directamente xenófobos o racistas que vinculan directamente inmigración con delincuencia. Lo hacen con datos absolutamente falsos o con insinuaciones absolutamente huérfanas de cualquier cosa que no sea un prejuicio premeditado.

Hablan de saturación? cuando las cifras son claras. A día de hoy hay 234 MED en los programas de intervención del Gobierno de Navarra. Son un 10% de los menores atendidos por el Sistema de Protección a la Infancia. Dicho de otro modo: el 90% de los menores atendidos? no son extranjeros.

Hablan de que generan inseguridad? cuando hoy no hay en Navarra “niños/as de la calle”. Cuando el 100% de los menores inmigrados son atendidos. Cuando solo un 6,6% de los menores extranjeros desprotegidos que atiende nuestro sistema están atendidos por razones de conflicto o reforma. Podemos decir con orgullo -y es un orgullo que debería tener toda la sociedad navarra- que ni un solo menor extranjero en situación de desprotección ha pasado ni una sola noche en ningún calabozo, ninguna comisaria ni, por supuesto, ha dormido en la calle. Y esto es un triunfo de la sociedad navarra en su conjunto.

Estos menores no tienen patrones de conducta desajustados en mayor proporción que otros menores. Solo un 5% muestran esta conducta desadaptada, lo cual, por cierto, no implica en ningún caso lo que entendemos como “comportamiento delictivo”.

No: no tienen conductas más desadaptadas, no generan inseguridad, no están en la calle, no saturan nuestros servicios, no se aprovechan de recursos que no estén a disposición de otras personas en su misma situación? No: los menores extranjeros desprotegidos tienen los mismos derechos y deben tener las mismas oportunidades que cualquier menor desprotegido. Porque son, ante todo, menores. Y su especial protección, la protección a la infancia, es el faro de las actuaciones del Gobierno de Navarra, y seguro de la sociedad navarra que ha sido siempre una sociedad de acogida, solidaria y diversa.

La realidad de Navarra nos exige una intervención decidida en favor de la convivencia, con su reflejo en los discursos públicos y en la política sin ningún tipo de duda ni de titubeo. Para eso no hay mejor guía que el respeto a los derechos humanos; y, en este caso concreto, a los de la infancia. No pasaremos por encima, no seremos pasivos. Nos va en ello nuestra vida, nuestra convivencia, el futuro de nuestra sociedad.

Los autores son consejero de Políticas Migratorias y Justicia y directora general de Políticas Migratorias del Gobierno de Navarra, respectivamente