los Toronto Raptors ganaron, de forma sorprendente, la NBA (la competición de baloncesto norteamericana, si bien es un equipo canadiense). Fue destacable el papel en este triunfo de Sergio Scariolo, entrenador de la selección española de baloncesto, Serge Ibaka y Marc Gasol. Desde luego, muy meritorio. También lo es que Toronto no tuviese ningún jugador que haya estado entre los 10 mejores puestos del draft.

Para los no entendidos, el draft de la NBA es una “subasta” que realizan cada año los equipos entre los jugadores universitarios más destacados para ficharlos. En aras a mantener la igualdad de la competición, los equipos peor clasificados tienden a elegir los primeros puestos. Eso puede llevar a estrategias perversas, ya que con la temporada perdida lo más racional es dejarse perder para tener la opción de elegir a los mejores jugadores la siguiente temporada. No obstante, la competición tiene los mecanismos necesarios para evitar estas circunstancias.

¿Cómo elegir un jugador? Sin duda, en el baloncesto las estadísticas dicen mucho. A uno de los mejores jugadores de la historia, Larry Bird, no era necesario ni ir a verle: llegó a promediar 30 puntos y 20 rebotes por temporada antes de llegar a la NBA. Pero los casos más normales son muy complicados. Elegir bien es fundamental. Así pues, ¿qué hacemos? Usar el Big Data. El equipo que mejor lo hacía: los Houston Rockets. No obstante, siempre ha reconocido su mayor fracaso: no haber elegido a Marc Gasol, cuando su modelo estadístico era el más adecuado. ¿Cómo se puede explicar semejante desastre? Muy sencillo. Por un mote.

Mundial del 2006. Fran Vázquez se lesiona, y el seleccionador Pepu Hernández debe decidir el sustituto. Acude Marc Gasol, y como muchos críticos entienden que eso es debido a su apellido. En esa época el mote de Marc era “la tanqueta”, semejante a una mole. Mundial del 2006. España es campeona. Después, Marc triunfa en el Akasvayu Girona, en su etapa previa a viajar a Memphis, sustituyendo a su hermano. Posteriormente, su carrera es conocida: tres veces All Star, mejor defensor del año en 2013, lleva a su equipo a la final de la conferencia y finalmente, este año ficha por Toronto y gana la competición. Sin embargo, en el draft del 2007 ocupó la posición 48. ¿Cómo puede ser? Dary Morey era el ojeador de los Rockets. Cuando estaba pensando en adquirir los derechos de Marc, una foto suya le hace cambiar de opinión: parece que físicamente anda justo. Es más, le llaman “Man Boobs” (hombre con tetas). ¿Cómo fichar a alguien así? Por supuesto, todos los datos dicen lo contrario: Marc mejora a pasos agigantados y tiene un potencial enorme. Pero también tiene tetas. Fuera, fichamos a otro. El resto es historia. Pero no sólo historia de baloncesto. Historia de la bolsa, historia de la vida. De la misma forma que se usan métodos estadísticos para valorar a jugadores de cualquier deporte, lo mismo se hace con la valoración de acciones. Sólo hace falta responder a una pregunta: ¿están sobrevaloradas o infravaloradas? En el primer caso, se vende. En el segundo, se compra. Punto y final.

En el mundo de la inversión, existe un debate muy vivo. ¿Es mejor la gestión activa o la gestión pasiva? En el primer caso, contratamos un asesor al que debemos remunerar con la esperanza de que su resultado sea mejor que el del mercado. En el segundo caso, se piensa que lo mejor es tener acciones que representen de la mejor forma posible la bolsa de valores y ya está. La gestión activa vale la pena si el resultado obtenido menos la comisión es mayor que el resultado del mercado. ¿Entonces? Aunque existen diferentes formas de hacer valoraciones (análisis técnico o fundamental, modelo CAPM o de Gordon Shapiro) lo más efectivo parece ser la gestión en valor. Fácil explicarlo: comprar barato. Difícil aplicarlo: puede que el precio refleje el valor real de la empresa. En este caso, aparece de nuevo la historia de Marc Gasol “la tanqueta”: lo más práctico es comprar empresas que tienen pequeños defectos, ya que el mercado las penaliza excesivamente.

Sea de una u otra forma, la cuestión es que los motes afectan nuestra forma de ver las cosas, ya que se asocian a la persona, institución, región, partido político o país de referencia de forma intensa, generando asociaciones muy profundas en nuestra percepción de la realidad. Pensemos en expresiones como judío, rojo, facha o tacaño, por ejemplo. Cada uno de nosotros puede reflexionar acerca de cómo las aplica.

En un mundo en el que cada vez se incorporan más guionistas y relatores para realizar campañas electorales, de marketing o de ventas, los motes cuentan. Se repiten una y mil veces hasta que calan, creando en la mente de cada uno de nosotros una posible “tanqueta”. Ahora toca desear lo mejor a Marc y a su equipo en la fase final del mundial de baloncesto de China.

Economía de la Conducta. UNED de Tudela