Los cambios climáticos han sido frecuentes a lo largo de la historia. Sin embargo, el que está teniendo lugar en la actualidad se desarrolla a una velocidad muy superior a los que han ocurrido por causas naturales en el pasado. La alteración del clima ya ha provocado una importante regresión en los glaciares de montaña; ha afectado a la disponibilidad de agua dulce en numerosas regiones como la África subsahariana y Oriente Medio; ha causado un importante incremento de eventos extremos, como olas de calor, sequías, huracanes, incendios, etcétera; ha aumentado el nivel del mar, etcétera. Estos impactos están relacionados con un incremento de la temperatura media de la atmósfera de 1,02oC respecto a los tiempos preindustriales.

La comunidad científica comenzó a alertar sobre los riesgos del cambio climático hace ya unos 55 años. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC en sus siglas en inglés) ha sentado las bases científicas de comprensión del problema desde que elaboró su primer informe en 1990.

Las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan la crisis climática han estado correlacionadas con el crecimiento demográfico y el desarrollo económico, ya que el sistema energético que ha soportado ambos procesos se ha basado en los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural).

Más de 11.000 científicos de todo el mundo han advertido a principios de este año que es inevitable “un sufrimiento humano sin par” a menos que haya cambios radicales en la actividad humana para reducir las emisiones de dióxido de carbono y otros factores que contribuyen al cambio climático. “Los científicos tienen una obligación moral de advertir a la humanidad acerca de cualquier gran amenaza. Sobre la base de la información que tenemos es claro que encaramos una emergencia climática”, dijo Thomas Newsome, de la Universidad de Sydney, en Australia, en un artículo que publica la revista BioScience.

Aunque la mayoría de los científicos no dudan del cambio climático, otros no creen en él o niegan que se deba a la acción humana. Oímos decir a los que niegan la realidad que el cambio climático es un engaño, que no es provocado por el ser humano.

En el año 2007 Mariano Rajoy no creía en el cambio climático porque un primo suyo, que era catedrático de Física en la Universidad de Sevilla, le había dicho que no era posible predecir “ni el tiempo que va a hacer mañana en Sevilla”, y que cómo íbamos a poder predecir las alteraciones climáticas que desde hace tiempo vienen denunciando las organizaciones ecologistas, y menos determinar que existía el cambio climático y que éste fuera causado por la acción humana.

Ahora en el Estado español los negacionistas climáticos son los mismos que niegan que exista violencia contra las mujeres. La llaman intrafamiliar para enfatizar el ámbito en el que se produce por encima del género de la víctima.

Este año 2020 ha empezado fuerte tras las el comentario de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, de que “nadie ha muerto” y “nadie va a morir” por la contaminación atmosférica-ambiental. Sin embargo, según datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente, en el Viejo Continente mueren hasta unas 400.000 personas al año de manera prematura como consecuencia de la contaminación, entre ellas al menos unas 10.000 en el Estado español.

La derecha española no ha conseguido despegarse de un negacionismo climático en el que sigue instalada una década después, a pesar del abrumador consenso científico que certifica que la acción humana es la causante del cambio climático.

La celebración en Madrid de la Conferencia de las Partes del Convenio contra el Cambio Climático (COP25) dejó nuevos comentarios que muestran bien a las claras ese negacionismo, ahora animado por la posición de Vox. Aunque tratan de esconderlo tras un “Vox no es negacionista”, lo cierto es que las declaraciones de sus líderes no dejan lugar a dudas, usando términos como “cameloclimático” o “milongaclimática”.

El negacionismo derechista no se basa en la ciencia ni pretende dar argumento alguno. Se trata de puro oportunismo político que busca únicamente conseguir la simpatía de personas que prefieren ignorar la grave crisis ecológica en la que estamos inmersos. Buscan con ello el voto apelando a los instintos más individualistas y ajenos a la repetida advertencia científica. No se escuchará de los dirigentes de Vox argumento científico alguno para justificar sus posturas negacionistas; solamente descalificaciones genéricas contra los que sostenemos que la crisis climática-ambiental es una realidad y que se va recrudeciendo, aludiendo a los presuntos perjuicios que las medidas para mitigar el cambio climático causarán a las personas a las que dirigen sus discursos.

El PP pretende jugar a una cierta y moderada preocupación por el clima. Casado se autodefinió como “adaptacionista”, un término hasta ahora desconocido con el que pretende ubicarse entre el negacionismo y el compromiso climático, una cuestión totalmente absurda.

Dicho todo esto, es necesario aclarar que muchas de estas afirmaciones realizadas desde la derecha y la ultraderecha española no son producto de la ignorancia, desconocimiento o tonterías de quien las dice, sino responden a estrategias comunicativas orientadas a generar desinformación, vaciar de contenido el sentido de la urgencia de la situación climática-ambiental, y como tales deben ser confrontadas, con argumentos sólidos, científicos y demostrables, que siempre serán más efectivos que la descalificación, especialmente a la ultraderecha, en cuyo manual la victimización es prioritaria. Experto en temas ambientales