l pasado mes de agosto se cumplió el 75 aniversario del lanzamiento de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki. Poco se puede añadir al horror que se vivió y a la amenaza termonuclear que parece diminuta pero sigue presente en nuestras vidas. Como decía el difunto Perich; "La penicilina se inventó de casualidad. El napalm (o la bomba atómica, da lo mismo) no".

¿Cómo se pudo llegar a la carrera atómica? ¿Mereció la pena lanzar la bomba y causar tanta muerte? Hay consenso entre los historiadores de que se evitaron muertes, ya que la guerra se habría alargado durante mucho tiempo y así la rendición nipona fue inmediata. Sin embargo, hay un matiz que no se ha estudiado con suficiente profundidad; la posibilidad de haber lanzado la bomba en algún lugar de Japón sin población. La disyuntiva sería muy fácil: os podéis rendir en tres días o lanzamos la bomba a alguna ciudad por determinar. ¿No habría sido más sencillo y lógico?

Dos de los mayores genios del siglo XX son, sin duda, Albert Einstein y John Von Neumann. El primero no necesita ningún tipo de presentación; el segundo, sin embargo, sí. Entre sus múltiples hazañas intelectuales debemos indicar los inicios de la computación y una aportación a la economía que cambiaría la forma de medir la realidad: la teoría de juegos. ¿En qué consiste? En valorar las decisiones que tomamos teniendo en cuenta las opciones que tienen el resto de agentes económicos.

Si bien su representación técnica excede el objetivo de estas líneas, podemos analizar un ejemplo sencillo a partir de dos jugadores (Estados Unidos y la Unión Soviética) que pueden tomar dos posibles decisiones (armarse, no armarse). Lo mejor para ambos es no armarse, ya que eso les proporciona recursos para la educación, la sanidad o las infraestructuras. Sin embargo, razonan de esta forma: "si el otro país se arma, tarde o temprano me someterá. O me conquista, o me obliga a seguir su sistema (capitalista o comunista, según el caso)". Es indudable que nadie está dispuesto a seguir ese riesgo. En este caso, el equilibrio para ambos es evitar el peligro y armarse hasta llegar a la "destrucción mutua asegurada". Eso es lo que ocurrió, y ambos salieron perdiendo.

Existen otros refinamientos de este juego, llamado en teoría el dilema del prisionero. En todos los casos, el resultado al que se llega es el peor para el bien común. Dicho resultado se llama equilibrio de Nash en homenaje al Nobel de Economía John Nash. Su historia inspiró la película ganadora del Oscar a la mejor película, Una mente maravillosa, protagonizada por Russell Crowe.

La característica fundamental de este equilibrio es que ningún jugador tiene incentivos para cambiar su posición. Si Estados Unidos o la Unión Soviética deciden no armarse estarán a merced de su rival.

Este enfoque se aplica para reactivar el desplome económico originado por el covid-19. Expuesto por Fernando Trías de Bes en su libro La solución Nash, está compuesto por dos jugadores. Por un lado la población; por otro, las empresas. Las posibles decisiones son dos. La población decide o bien consumir y mantener sus hábitos, o bien contener gastos y ahorrar. Las empresas deciden o bien producir y mantener empleo, o bien despedir y recortar inversiones. El equilibrio de Nash en este caso es para la población ahorrar, para las empresas despedir. Como en la carrera de armamentos, eso es malo para los dos. Pero claro, cada agente usa el sentido común.

La población no quiere arriesgarse a consumir y sufrir despidos, eso sería la ruina total.

Las empresas no quieren arriesgarse a producir y mantener empleo y que nadie les compre. Eso sería, también, la ruina total.

Está claro: la solución ideal es que la población consuma y que las empresas inviertan manteniendo el empleo. ¿Cómo llegar a la misma?

Trías de Bes propone el denominado desacuerdo de Nash. Es necesaria la intervención del Estado para que cada agente económico haga lo que interesa al bien común. Para ello, se deben garantizar los ERTE, aportando en casos extremos un Ingreso Mínimo Vital (IMV) de forma que así se pueda mantener el consumo inicial y las empresas mantengan el empleo.

¿De dónde vendrían los recursos? Con deuda. Sí, es malo seguir aumentando el déficit. Pero es el mal menor. Lo mismo ocurrió en la crisis del 2008; evitar que los bancos (cajas en España) cayesen era muy caro. No obstante, era el mal menor. Si caen los ahorros de las personas el sistema colapsa.

Al análisis de Trías de Bes se le puede hacer una observación: también pueden venir recursos del Banco Central Europeo, el cual podría emitir bonos sociales a un tipo de interés negativo para financiar los gastos. Bueno, es una posibilidad debatible.

La conclusión no lo es: en economía se deben adecuar los incentivos de las personas para llegar al bien común.

¿Cómo?

También es debatible.

www.asociacionkratos.com Economía de la Conducta. UNED de Tudela