l pasado 14 de octubre, una delegación del PIE (Partido de la Izquierda Europea) partió hacia Bolivia en tarea de observación electoral, ante la celebración de los comicios que el pasado domingo día 18 tuvieron lugar en el país americano. La comisión, que yo misma dirigía como vicepresidenta del PIE, estaba integrada por representantes de cuatro países: Alemania, Bélgica, Eslovenia y España.

Como estaba previsto, a la llegada a La Paz nuestra delegación se unió a otras llegadas de diferentes puntos del mundo, como las de la Coppal, Parlasur, la Internacional Progresista o con la que integraban los diputados españoles Lucía Muñoz Dalda (Unidas Podemos) y Gerardo Pisarello (En Comú Podem).

Por desgracia, no eran los únicos que nos estaban esperando, ya que desde el mismo momento en el que aterrizamos recibimos amenazas y descalificaciones de altos cargos del ya depuesto Gobierno boliviano. El mismo exministro del Interior, Arturo Murillo, junto a su viceministro, Javier Issa -y contando con el altavoz de un medio de comunicación de extrema derecha español como Ok Diario-, nos acusó de ser "agentes bolivarianos", "extremistas de izquierda" y posibles "promotores de desórdenes y violencia en el país". Además de eso, comenzaron a difundir fotografías de los cuatro delegados que proveníamos del Estado español y el nombre del hotel en el que nos alojábamos. Todo ello acompañado de mentiras como que la delegación viaja "por turismo" o que no estaba acreditada en la tarea de observación.

Estas amenazas -denunciadas ante el Tribunal Electoral Boliviano, embajadores en ese país, al Ministerio de Exteriores español, Unión Europea o Naciones Unidas- surgieron efecto, ya que ante la presión de diferentes grupos ultras apenas pudimos movernos libremente del hotel, teniendo que llevar escolta en nuestra labor de observación electoral.

Aun así, conseguimos realizar nuestro trabajo, y desde el viernes anterior a los comicios pudimos visitar la Asamblea del Estado Plurinacional, donde una cincuentena de delegados y delegadas de la ONU, Parlasur, Coppal y PIE, entre otros, fuimos recibidas por su presidenta, Eva Copa. En ese encuentro quedó de manifiesto la incertidumbre que reinaba en el país, ante la puesta en marcha de un nuevo método de conteo rápido de los votos o el papel que podría tener el Ejército en la entrega de las actas electorales.

Esta visión fue corroborada en posteriores reuniones que tuvimos tanto con el Tribunal Electoral Boliviano como con el único partido del que recibimos invitación de los cinco que se presentaban, el MAS (Movimiento al Socialismo). En esta última, se nos trasladó la actual situación que atraviesa Bolivia y los temores de fraude que existían, ya que la formación que postulaba a Luis Arce como candidato a la presidencia del país desconfiaba del rol que jugarían tanto el Tribunal Electoral como las propias Fuerzas Armadas ante una previsible victoria del MAS.

La jornada previa a las elecciones, continuamos con nuestro trabajo de observación internacional. Así, por un parte celebramos un encuentro con representantes de la Embajada española, de Naciones Unidas y de la Unión Europea, a quienes volvimos a trasladar nuestra preocupación por las amenazas que de forma continua seguíamos recibiendo. Por otra, nos reunimos con una veintena de compañeras pertenecientes a la Alianza Boliviana de Mujeres, quienes, entre otras cosas, nos manifestaron sus críticas a las políticas llevadas a cabo por el Gobierno de facto encabezado por Jeanine Áñez. Entre otras críticas, le achacaron la falta de un plan estratégico para combatir la pandemia, un freno al crecimiento económico que vivía el país en los últimos años, y un incremento de la corrupción, de la persecución política y de la violencia simbólica y física, sobre todo hacia las mujeres y hacia los pueblos y naciones originarias. A modo de radiografía, señalaban que, tras el desalojo del Gobierno de Evo Morales, en los últimos 11 meses habían perdido más que si hubiesen pasado 11 años.

El domingo 18 de octubre, jornada electoral, participamos activamente en el acompañamiento electoral, verificando que las elecciones se celebraron con tranquilidad, a pesar de que la demora de cinco horas en la comunicación de los primeros datos generó cierto nerviosismo y viejos fantasmas de fraude electoral.

La victoria histórica del MAS, con el 55% de los votos totales y un 27% más que el segundo partido que encabezaba Carlos Mesa, es mayor incluso que la esperada por los seguidores de Evo Morales y Luis Arce y la que desde mayo apuntaban todas las encuestas. La clave de estos resultados seguramente haya que buscarla en el mensaje que nos trasladaron desde Alianza Boliviana de Mujeres y que ha calado en el sentir de la gente, que ha podido hacer la comparación entre los logros de un año de gobierno de facto frente a lo conseguido en los últimos 14 años por el Gobierno de Evo Morales. Eso, sin olvidar la represión política sufrida en estos últimos meses, que, lejos de desmovilizar, ha recompuesto el movimiento social, como se vio en las protestas campesinas de agosto.

Frente a esta reorganización de los trabajadores, el Gobierno de facto, con el ministro de Interior como principal vocero, solo pudo utilizar el miedo y la represión. Los mensajes y el lenguaje utilizado tanto la semana anterior a las elecciones como el propio día de los comicios fueron más propios de una dictadura o de la época colonial, provocando el rechazo incluso en sectores de la derecha. Por ello, sabedores de que nuestra presencia era importante para poner freno a un nuevo atropello al pueblo boliviano, acudimos un buen número de observadores europeos, de parlamentarios de países latinoamericanos, de representantes de la Fundación Carter o de la Fundación de expresidentes.

Y acudimos e hicimos nuestra labor a pesar de las amenazas de la ultraderecha boliviana y española porque, más allá de los cambios en positivo que conllevará a la población boliviana, la victoria del MAS cobra especial relevancia al reafirmar la vigencia del ciclo progresista -como ya se dijo el año pasado en el foro de Sao Paulo- que puede continuar en Chile, en el referéndum de la Asamblea Nacional Constituyente, o en las elecciones en Ecuador de febrero.

Esta vez, gracias al inmenso trabajo del movimiento social boliviano y de la solidaridad de las delegaciones de observadores internacionales, Estados Unidos y sus huestes de la Organización de Estados Americanos (OEA), tuvieron que reconocer, junto al Gobierno de Añez y Murillo, la contundente victoria que el pueblo boliviano ha otorgado al MAS.

La autora es vicepresidenta del Partido de la Izquierda Europea y militante del PCE-EPK Navarra e IUN-NEB

Desde el mismo momento en el que aterrizamos recibimos amenazas y descalificaciones de altos cargos del ya depuesto Gobierno boliviano

La represión política sufrida en los últimos meses, lejos de desmovilizar, ha recompuesto el movimiento social, como se vio en las protestas campesinas de agosto