as administraciones ya han presentado las primeras propuestas sobre las ayudas postcovid, para enfrentar la crisis de la pandemia, la transición energética y el cambio climático. La gente no está muy enterada. Esto ya es un indicador de que no son las idóneas, porque si algo necesita estos retos gigantescos, es la participación de toda la sociedad. En su diseño y su puesta en marcha. Y así lo dicen desde Europa. Antes de empezar a presentar proyectos que no llegan al fondo de la problemática, o que directamente la alimentan, necesitamos una reflexión sistémica, multidisciplinar, profunda y pública sobre la realidad. Los retos van más allá de la tecnología o la administración. Todos/as somos parte del problema, y por eso, solo saldremos pensando y actuando entre todos/as. El ejercicio de resiliencia social que debemos generar es muchísimo más radical y revolucionario que lo que ha sido el confinamiento, la limitación de actividades y el uso de mascarilla, por ejemplo, y además debe ser más largo en el tiempo.

Entre todos los temas importantes al respecto, me gustaría hablar de los generadores de energía eólica. Esta fuente de energía ha sido una de las grandes apuestas del Gobierno de Navarra en las últimas décadas, pero es necesario anotar que el modelo no es una auténtica alternativa a la transición energética. Sin embargo, los partidos en el poder creen que sí. Si el gobierno hoy apuesta por estos nuevos parques, es porque el cluster de aerogeneradores lo necesita. ¿Energía eólica? Sí, pero no así. La energía eólica se percibe como ecológica, pero todo su proceso de fabricación y mantenimiento, así como el de la red a la que se incorpora, sufre una gran dependencia de los combustibles. El molino de tamaño medio, 40 metros de altura con tres aspas de 20 metros de longitud se fabrica gracias a la energía de estos combustibles. Luego necesita unos cimientos de hormigón armado que se adentran varios metros en el suelo. Camiones deben llevar esta infraestructura hasta las cimas de los montes, excavadoras allanan el terreno, hormigoneras remueven el cemento, grúas suben estructuras, bombean cemento. Las reparaciones son muy costosas (grúas, helicópteros). El declive de estos combustibles nos puede hipotecar con parques eólicos que dejen de funcionar y no podamos arreglarlos debido a su envergadura. Pero además, estos parques tienen una vida útil y un precio por su desmantelamiento que los gobiernos que deciden su instalación, raramente incluyen en los balances de estos proyectos. Pagamos casi medio millón al día en intereses por la deuda y peaje en la sombra, debidos a grandes infraestructuras que en su momento decidieron responsables políticos que ya no están, pero sí las consecuencias de sus políticas. Si se atienden todos estos datos y no solo a los intereses de los fabricantes, las constructoras o los equipos directivos de los partidos, las políticas que debieran diseñarse pasan a ser muy diferentes a las que nos imponen en estos momentos, nuevos aerogeneradores de 230 metros de altura. Asimismo, desde que empieza a construirse un parque hasta que empieza a producir energía pasan 5 años, pero el proceso produce gastos desde el primer día. Además esta fuente genera “huecos de tensión” que pueden afectar a los usuarios y sus equipos. También es una energía difícil de almacenar y se pierde gran cantidad. Haría mejor el gobierno diseñando un plan para instalaciones de rocas volcánicas que guardaran esa energía para poder usarla más tarde, evitando además esos huecos. Dicen que el primer paso al problema de nuestra civilización no es cambiar, sino usar bien lo que ya tenemos. Estudios sobre la capacidad total del planeta de generar esta energía hablan de un 6% de lo que consumimos hoy en día. Pero si se acumulan muchos aerogeneradores en la misma zona, se produce un efecto indeseado por el que el viento, en vez de atravesar el parque, lo sobrepasa por los lados y por arriba, y los parques pierden su efectividad. El Gobierno de Navarra no puede pretender solucionar la transición energética apoyándose en este modelo de explotación eólica. Está claro que necesitamos un análisis profundo para poder tomar las decisiones que favorezcan esa transición. Empezar a pensar en pequeño, en una medida que podamos manejar en un futuro sin petróleo. Usar la inteligencia social. Y esto es el primer interés público que tenemos. Necesitamos política de alta calidad, y no pueden hacerla ellos/as solos/as.