ay temas que cuesta abordar, temas que incluso molesta que los plantees. Se nota en las caras, en las miradas, en cómo se dan la vuelta, en los silencios. Son temas que remueven conciencias, que hacen sentirse mal porque cuestiona lo que tienes, porque te interpela en tu modo de vida. No resulta fácil ni para uno mismo preguntarse qué pasa, qué estamos haciendo, e intentar responder mínimamente ante semejantes cuestiones. Uno de estos temas es el cambio climático y sus consecuencias. No, no es fácil abordar este tema, no es fácil hablar de ello. Pero hay que hacerlo. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo se está haciendo?

Leo y escucho artículos, declaraciones, soflamas, alzando la voz hacia el catastrofismo. Estas gentes nos quieren hacer ver que estamos abocados al apocalipsis, a la destrucción total y definitiva. No sé vosotros y vosotras, pero este tono de discurso, primero acongoja, luego mete miedo y al final paraliza. Pero después, al tener la certeza de que no hay ya nada que hacer, nos alocamos aún más y, de perdidos al río, nos entra un frenesí de hacer, de consumir, de fiesta que esto se acaba... Y si de lo que se trataba era de parar, lo que se consigue con esos discursos es que se dé un acelerón final.

Hay otro tipo de planteamiento que es el descreído, el "no me lo creo". Se piensa que se exagera en exceso con lo del cambio climático, por lo que se concluye que no es para tanto, que nada hay que hacer. Se trata todo como si fueran maniobras de las grandes empresas que nos quieren vender la ecología, lo bio, lo verde, para que consumamos sus nuevos productos, pura campaña de marketing. Esta gente sigue actuando igual y a veces peor, porque ni siquiera el reciclaje se lo creen, puro negocio.

Entre estas dos posturas, la intimidatoria y la negacionista, están en pequeñas dosis los ecologistas, militantes incansables en su intento de convencer y hacer ver, pero su triste sensación es que predican en el desierto. Saben, sabemos, que tienen razón, pero no se les sigue, el viaje se hace demasiado duro.

El resto, ¡ay el resto! El resto somos un desastre, porque pasamos de los nerviosos apocalípticos ¡qué mal nos suenan! Nos indignan los negacionistas ¡qué inconscientes, qué irresponsables! ¡ya les vale de tanta fiesta, lujo y consumo!, pero por lo bajini decimos ¡apúntame a la fiesta que voy! Y los verdes, los ecólogos ¡qué pedantes!, ya están con su monserga y además se están volviendo todos veganos, con lo bueno que está un buen chuletón, ¡es que no saben vivir la vida!, son unos amargados, en fin, mientras estén en sus comunas, sus círculos...

Todo nos parece mal, pero hemos aprendido el discurso verde para vestirnos de buenos ciudadanos respetuosos con la naturaleza, con la sostenibilidad, la eficiencia energética, el consumo casi cero y la economía circular. Ahí es nada. Además, si no tenemos coche eléctrico, el siguiente seguro que lo será, acabáramos.

Y así vamos, como si nada. Vivimos muy bien, por encima de las posibilidades del planeta, pero qué más nos da que haya pobreza si no la vemos, si la invisibilizamos, si nuestro modo de vida conseguida con tanto esfuerzo y trabajo deja atrás al resto del planeta... ¿Privilegios? ¡qué dices! ¡son derechos!

A costa del resto, a costa de saquear el planeta, de explotar laboralmente, de empobrecer naciones, de contaminar la naturaleza, de provocar este cambio climático. No, no son derechos, son hurtos, conquistas a fuego.

Señores, señoras, algo hay que hacer, no podemos seguir mirando a otro lado, no podemos vivir como si nada, no podemos dejar tras nuestros pasos un reguero de sangre, basura y desolación. Como dice Antonio Orihuela, profesor, poeta y ensayista, "Vamos a morir defendiendo un estilo de vida que nos está matando". Yo me bajo, me apeo ¿y tú?

Nos dice también Antonio Orihuela "lo único que nos puede librar de la narcotización actual o el suicidio en masa futuro es saltar hacia una idea de sociedad abierta y autogobernada, un modelo de relaciones sociales voluntarias, cooperativas, no mercantilizadas, un nuevo comunitarismo humanista no dualista, ecodependiente e interdependiente, alegre y compasivo, combativo y competente, basado en una cultura del buen vivir sencillo y suficiente, espíritu crítico, autonomía moral y racionalidad anticipatoria, un enamoramiento colectivo que incluya, definitivamente, a todos los seres sintientes". Yo me apunto ¿y tú?