omos tan ínfimos y diminutos que verdaderamente resulta de un pretencioso intolerable pensar que algo del ordenamiento universal y cósmico dependa de nuestra voluntad, constituyendo tal prepotencia una amenaza real dada nuestra manifiesta proclividad a imperar ante cualquier tipo de entidad sobre la que creemos poseer un poder de concreción. Simplemente somos una anécdota en la creación. El desafío, en todo caso y por ahora, no pasa de estar orientado contra aquello otro considerado como lo nuestro. En este nuestro encuéntrese englobado el yo del para-mí-mismo, como así también la alteridad empática-comunicacional con el otro erigida en totalidad y campo omni-abarcante de todo ego. Y en este sentido, un mero desorden sináptico puede hacer que todo nuestro individualizado mundo se venga abajo. Lo he sufrido en propia carne, a través de la demencia de ama, y la de tantos amigos y conocidos que conforme avanzamos en edad van sumando legión. Y junto al descuido inicial, el olvido no intencionado, la segunda fase, como si de un intento de reinicio se tratara, se esfuerza por retornar al origen de los datos de la primera memoria. A aquellas sensaciones emanadas de los lugares en que soñamos crecer, desarrollarnos y proveer el futuro ya pasado como continuum presente.

Paradójicamente, en esta situación, lo primero que se pierde es el presente y con ello la identidad. Y lo que se mantiene, aparentemente, es una latente vida incardinada en la suspensión biológica. Un cuerpo que late con una mente ausente o bien instalada en otra inaccesible dimensión. La especular imagen de un ser querido que encontrándose entre nosotros ya no es para nosotros sino imagen presente del recuerdo vivencial de lo dado del que momentáneamente participáramos, todo ello gracias a la sabia disposición de nuestra mente para seleccionar los hechos positivos de la experiencia vital, discriminando la negatividad de acontecimientos perturbadores del equilibrio necesario para afrontar aquellos desafíos de la vida misma.

Cuestión que hace interrogarnos sobre el misterio de lo dado. De lo que generosamente nos hace tener una conciencia de nuestra situación al interior de un mundo garantizado por una especie de oscura razón germinal transferida generacionalmente por la simbiótica relación del factor físico con el cultural. Si el aspecto biológico cuenta con la mitosis como origen primero de lo que se va a ser, la cultura asimismo lo hace con el mito como hilo conductor. Paralelismo lineal que en momento dado alguien, o algunos, deberían encargarse de, tal vez un tanto spinozianamente, converger y poder sintetizar. Una razón meta-tecno-científica, a la que en alguna época la religión pareciera haber dado respuesta, que nos trae la filosofía a la actualidad presente, es decir dada, ahora que la técnica (conjunto de habilidades para la consecución de un objetivo material), por fin, parece conseguir expulsar la reflexión en torno a sus propias consecuencias de la Academia. Contenido y acción, esta última, propiamente filosóficos.

En este sentido podemos considerar el que pensar el presente, una necesidad absoluta de la filosofía, y al decir de Jean-Luc Marion, otro de los nombres del don -siempre dado y por tanto ausente-, es preparar el futuro. Creo con ello no descubrir nuevamente nada nuevo. Cuando se piensa el presente se está en el centro vorticial de una dinámica sumidero compuesta por pasados acontecimientos y futuribles aconteceres. Ambos tienen bastante de imaginario y creencia generada al interior de las conciencias y de las mentes, supongo, llamándonos sobremanera la atención de la generalizada concurrencia sobre esas tres desafecciones contempladas por el filósofo francés que basan su comportamiento en lo anónimo interesado, la hostilidad del enemigo y la actitud ingrata. Resabio en lo personal de un hecho civilizatorio y viceversa. Hechos, también, de una política todavía no salpicada en exceso por la lógica del comercio, que nunca da, sino en todo caso intercambia: “Tan pronto como la economía se apodera de la donación, la convierte en economía economizándola; desde el momento en que inviste la donación, la está sustituyendo ya por el cálculo, el interés, la utilidad, incluso la equidad, etcétera”.

Exportamos al resto del mundo esta lógica sistémica por la cual la infinitud a la que aspiramos trascendentalmente se transforma en razón para un agotamiento material de los recursos externos a la vez que vaciamiento de los internos. Este puede ser fenómeno de vacuidad. Hacer del sinsentido un sentido. Ahora bien, escribía Whitehead al respecto de la auto-creatividad manifiesta en tal proceder que “el devenir es la transformación de la incoherencia en coherencia, y en cada caso particular cesa cuando se consigue tal cosa”. Tal vez nos encontremos en el proceso de hacerlo, y lo importante consista en inferir hacia qué tipo de nuevo don (presente) conduce.

Y para introducirnos en tan oscuro vericueto basta iniciarnos con una tradicional atribución. Aquella dada en otros tiempos a la donación del presente como muestra desinteresada de las bondades de la naturaleza procesadas por el hombre a través del cuidado del domesticado animal alimentado gracias al previo cultivo vegetal, tendiendo magníficos puentes entre la acción del hombre con el entorno natural dado y, por tanto, convenientemente recibido. Muestra sin par de una verdadera economía colaborativa.

El presente llegaba con la visita de algún pariente o mediante envío discrecional en alguna de aquellas líneas de autobuses ya prácticamente desaparecidas a las que acudíamos con interesada devoción. Hoy, salvando las diferencias, lo hace Amazon, por dar con un ejemplo, pero ya no se trata de un regalo sino más bien del intercambio de un valor comercial: algo a cambio de algo en la mismísima puerta de tu hogar. (Amazon no envía algo a cambio de nada puesto que en modo alguno es sujeto de donación, y lo que llega tampoco constituye presente sino pasado -“ya ha llegado”-, proyectando su continuidad futura en la condición de contar con algún tipo de garantía). Además, en el caso anterior el presente constituía la presencia-ausente de aquella estancia de procedencia. Objetos animados por la apariencia de una relación inmaterial basada en la convención del parentesco, en la amistad. Lo que pone en evidencia la adopción por este nuevo mundo moderno basado en el desenfreno consumista que tanto apreciamos de una vacua improbabilidad germinal conducente a la nada. Algo que sucedería realmente si la considerada como inteligencia humana, prescindiendo de su naturaleza sentimental, terminara por colonizar el cosmos, el universo, a la manera como lo está haciendo con un medio vital dado garante de su propia presencia.

El autor es escritor

Si el aspecto biológico cuenta con la mitosis como origen primero de lo que se va a ser, la cultura asimismo lo hace con el mito como hilo conductor