n los años 80 el fenómeno de la heroína arrasó de manera imprevista nuestra sociedad. Por aquel entonces las drogas eran percibidas como el tercer problema que más preocupaba. A ello se le fueron sumando multitud de drogas nuevas que se expandieron como mancha de aceite instaurándose en todos los ángulos de nuestra geografía con efectos devastadores entre nuestra población. A día de hoy, el consumo de alcohol y otras drogas es un tema que ya no ocupa los primeros puestos entre las principales preocupaciones, sin embargo sigue siendo una realidad que azota con fuerza la salud en el sentido amplio. Pero parece que cuando hablamos de estas cuestiones sólo lo relacionamos con juventud y ocio nocturno.

Con el alcohol pasa algo curioso. La percepción de riesgo de la sociedad en general dista mucho de la que tenemos quienes nos ocupamos de adicciones y salud: de ser visto como vehículo y termómetro de grandes celebraciones (a mayor presencia de alcohol mayor es la celebración y viceversa) a ser una de las dos principales demandas de tratamiento (junto con la cocaína) y que afecta gravemente tanto a la salud física como a la mental y con graves consecuencias sociales (conflictos familiares, laborales, judiciales, etcétera). Pero este tema es tan complejo que requiere una reflexión aparte (y lo mismo que ocurre con las adicciones sin sustancia como el juego, las apuestas u otro tipo de adicciones comportamentales).

Es notable el número de apariciones en prensa de noticias de accidentes de tráfico bajo los efectos del alcohol y otras drogas. Lo leemos, fruncimos el ceño y pasamos página. Como si siempre tocase al prójimo. ¿Lo estaremos naturalizando? Parece como si nos hubiéramos ido inmunizando a ese tipo de tragedias.

¿Y qué pasa con los consumos de alcohol y otras drogas en el trabajo? El ámbito laboral es un fiel reflejo de lo que ocurre en nuestra sociedad. Según el informe del Observatorio de Proyecto Hombre, el 70% de las personas que nos solicita tratamiento por adicciones a nivel estatal son personas trabajadoras en activo o en baja laboral. El Observatorio Español de Drogas y Adicciones refleja que el 9,7% de la población laboral presenta un consumo de alcohol de alto riesgo y la Organización Internacional del Trabajo nos pone por delante datos poco tranquilizadores y que pasan muchas veces desapercibidos: el 25% de los accidentes laborales se producen bajo efectos del consumo de alcohol y otras drogas.

Por todo ello es urgente a la vez que importante sensibilizar acerca del peligro que entrama el consumo de alcohol y otras drogas en el ámbito laboral. Dichos consumos muchas veces son una realidad oculta, pero que sin duda deben abordarse desde la propia empresa: tanto por la salud de las personas trabajadoras (en primer lugar) como por el buen funcionamiento y la productividad de la empresa. Es verdad que en las dos las últimas décadas la prevención de riesgos laborales ha tenido un desarrollo exponencial en nuestra sociedad, además vino para quedarse y mejorar día a día. La responsabilidad de las empresas que nos albergan es indiscutible y la salud de las personas que componemos las organizaciones es lo primero.

Por el bien común y por el suyo propio, las empresas deberían poner en marcha su responsabilidad social corporativa y abordar un tema tan obvio y documentado como es el consumo de alcohol y otras drogas en el ámbito laboral desde la propia organización, y no vale mirar para otro lado e ignorar lo que está ocurriendo. Invertir en acciones de sensibilización dentro de sus organizaciones significa un retorno casi inmediato como: la mejora de la salud de las personas, la disminución de la siniestralidad y del absentismo laboral, la mejora del clima laboral y, en consecuencia, la productividad. Es hora de que la sociedad tome conciencia colectiva y que cada uno, por la parte que le toca, haga su aportación, ya que también estos riesgos son responsabilidad individual de cada persona trabajadora (el 87% opina que el consumo de alcohol y otras drogas dentro del trabajo es un problema importante). Debemos por lo tanto, como sociedad, tomar conciencia de que lo que hace mi compañero/a me afecta a mí, afecta al clima laboral y nos afecta a todo el conjunto. Concluyendo, el nuevo reto individual por el bien colectivo es antes y durante el trabajo consumos 0, y el reto a nivel laboral es apostar por empresas saludables que nos den respuestas integrales ante el consumo de alcohol, otras drogas y conductas adictivas.

La autora es responsable de Proyectos Colaborativos e Incidencia Social de Fundación Proyecto Hombre