a exposición Artea Oinez pretende propiciar una experiencia física y presencial del visitante con una selecta muestra de obras de arte de 86 artistas contemporáneos de nuestra tierra. La pandemia nos ha demostrado que hay infinitas formas de disfrutar e interactuar con obras de modo virtual; sin embargo, la exposición reivindica el papel de la obra real, de la obra física. La exposición es un espacio donde se cuentan historias a través de las obras, no es un espacio aséptico. Es un ejemplo de heterodoxia, donde no hay límites rígidos y excluyentes, y la característica principal es la diversidad y la accesibilidad, donde personas con niveles de interés, formación y conocimiento muy diversos, pueden acceder a las diferentes obras.

El arte es emoción e inspiración, transforma los espacios que ocupa y a las personas con las que convive, estimulando su mente e incluso elevando su espíritu. Decía Marguerite de Youcemar que la función del arte consiste en empujar los límites de la inteligencia y la moral un milímetro más allá.

Fiel a su vocación de poner en valor a los artistas de la zona donde se celebra el Nafarroa Oinez, esta edición muestra la obra de diez artistas de Tafalla y Merindad, cinco hombres y cinco mujeres, siendo el homenajeado Javier Esquíroz. Este artista, nacido en Tafalla en octubre de 1953, busca fuera, para crear desde dentro, con una voluntad expresiva innata, extraordinariamente sensible. Por eso su trabajo es tan exquisito, porque lo mima, desde la pincelada más expresionista y matérica, hasta el más mínimo e insignificante detalle.

En su producción artística, las formas aparecen como protagonistas de un universo natural a ras de suelo. Imágenes potentes, en las que el detalle alcanza un protagonismo clave. Encuadres cortos, muy fotográficos, elevados a una categoría que solo el artista plástico puede conceder.

En la obra de la portada de este catálogo, Formas en el Valle de Erro, nos descubre los detalles de ese espacio a través de las cavidades que se producen junto al lecho del río.

Sus obras parten de la contemplación de la naturaleza, desde el arte de saber mirar. De modo austero consigue que sus obras sean lecciones de trabajo plástico, de composición y color.

La naturaleza más cercana a su vida, interiorizada desde la niñez, inspira gran parte de su producción, para crear un nuevo universo en que se sacraliza aquel paraje determinado, o ese detalle del fluir del agua, o de los cantos rodados de su base. Un universo poético que trasciende lo etiquetable, para plantear cuestiones muchas veces misteriosas y enigmáticas, como el inevitable paso del tiempo. La permanencia a través del fluir de una existencia fugaz -la impermanencia, por lo tanto-. Metáfora de la realidad.

Su último proyecto, Foz de Lumbier, nos descubre desde una mirada inquieta y curiosa, el motor de su creatividad, en un acto de respeto por el mundo vegetal y mineral.

En diferentes soportes, técnicas y formatos. Desde lienzos de grandes dimensiones a trabajos más pequeños, Javier Esquiroz combina acuarelas, tinta china, acrílico, grafito y óleo sobre madera.

Su paleta es sensorial, precisa en el matiz, amiga del color genuino. Sus obras, tendentes a la figuración, están hechas de pedacitos de realidad. A veces se desdibujan, para dar lugar a universos pictóricos menos realistas y más abstractos; combinando las pinceladas más expresionistas y matéricas, con las más delicadas y sutiles.

La elección de la foz de Lumbier no ha sido casual ya que, según rememora su amigo artista Koldo Sebastián, en la exposición de 1992 en el Polvorín ya “avisaba de cuál iba a ser una de sus fuentes de inspiración más destacadas, uno de los lugares más activadores de su intuitiva capacidad para encontrar estímulos únicos”. Esa garganta, de 1.300 metros de longitud y 400 metros de altura, esconde, si se sigue la senda junto al cauce, pequeñas oquedades fruto de la erosión por la fuerza del agua, en las que quedan retenidos sedimentos, restos vegetales y cantos rodados mezclándose con el líquido y la piedra. En estos pequeños espacios encuentra sus tesoros de representación Javier Esquíroz, como artista observador, analista, crítico, vital, inquieto y entusiasta.

Combina sabiamente la fuerza de la forma con encuadres cortos, muy fotográficos. Revela sensaciones tendentes a la reflexión sobre el compromiso con el entorno y el planeta que habitamos.

La comunidad educativa de Garcés de los Fayos Ikastola hace muchos años que interiorizó la importancia del respeto al medio ambiente y trabaja con ilusión para asegurar la pervivencia y transmisión del patrimonio natural sin comprometer sus recursos y posibilidades para generaciones futuras, respetando el medio ambiente de forma sostenible.

Es por ello que esta ikastola haya reconocido en Javier Esquíroz su especial sensibilidad hacia la naturaleza mostrada a través del arte y su vocación por la enseñanza.

Zorionak, Javier.

El autor es director de la Federación Navarra de Ikastolas