El lugar de trabajo es una parte importante de nuestras vidas. Pasamos gran parte de nuestro tiempo compartiendo espacios con compañeros y compañeras de trabajo, día tras día, año tras año.

El trabajo nos integra en la sociedad, nos impulsa a nivel personal, nos da independencia económica, es positivo para nuestra autoestima, para nuestro autoconcepto, pero ¿qué pasa cuando nuestra situación en el trabajo se convierte en una amenaza?

Según datos de la Macroencuesta de Violencia contra las Mujeres 2019, el 40,4% de mujeres mayores de 16 años residentes en España ha sufrido acoso sexual en algún momento de su vida. De ellas, una de cada cinco lo ha sufrido en el ámbito laboral. En total, más de 1,4 millones de mujeres.

Con ocasión del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, hemos querido poner el foco de atención en el acoso sexual y por razón de sexo en el ámbito laboral. En darle visibilidad porque la única manera de luchar contra algo es ponerle nombre, saber a qué nos enfrentamos y tomar medidas para que no se produzca. Sin olvidarnos, obviamente, de asegurar la integridad física y psicológica de las víctimas.

Hablamos de una violencia especialmente sangrante, quizás porque históricamente se habían normalizado ciertas conductas o se han minimizado sus consecuencias considerando que no eran tan dañinas o que, incluso, había un punto de exageración por parte de alguna de las víctimas.

No se bromea normalmente en torno a otros tipo de acoso, pero cuando ponemos encima de la mesa situaciones como difundir imágenes privadas íntimas sin consentimiento, contacto físico no solicitado ni deseado, correos o contacto por redes con contenido sexual, hacer insinuaciones insistentes por la manera de vestir o exponer o enviar imágenes de mujeres desnudas, no nos suena tan raro o incluso podemos oír alguna broma y alguna risa al respecto. Pues bien, todas estas actitudes pueden ser conductas constitutivas de acoso sexual.

No significa que por decir a una persona que está guapa, o por dar un abrazo o invitar a una compañera a comer estemos acosando, seamos serios. Sí que ha habido una actitud excesivamente laxa durante mucho tiempo con conductas que iban más allá de la falta de tacto, llegando a ser ofensivas, provocando incomodidad en el menos grave de los casos y comprometiendo la salud física, psíquica y emocional de las víctimas en las situaciones más graves. Dolores de cabeza, afecciones gastrointestinales, vómitos, mareos, problemas para conciliar el sueño, depresión, ansiedad, estrés, angustia, son algunos de los síntomas que ponen de manifiesto que algo está pasando.

Y créanme, no tiene ninguna gracia cuando llegan a nuestra Secretaría de Mujeres e Igualdad de CCOO, mujeres víctimas de acoso sexual.

Si escuchar el relato de una víctima es duro, muy duro, tratar de ponerse en su piel es terrible. Porque cuando deciden pedir ayuda, cuando llegan a nosotras han soportado un calvario durante demasiado tiempo.

Mirar unos ojos desesperados, escuchar una voz que se rompe, asir unas manos que tiemblan, presenciar cómo recuperan recuerdos que preferirían mantener enterrados en algún rincón de su memoria. Y esa mirada escrutadora atenta a tus movimientos, a tus expresiones, esa mirada que esconde un interrogante ¿y tú, me crees?

Que una mujer tenga que cambiar su lugar de residencia, incluso de comunidad autónoma para que no la reconozcan o ante el miedo a ser localizada, no tiene gracia, ninguna. No solo por tener que empezar de cero en un lugar desconocido, también por el desarraigo que supone el alejarse de familia, amigos, lugares conocidos, por el mero hecho de que una persona se haya obsesionado contigo. No tiene gracia que el miedo te persiga o te hagas la pregunta de si volverá a pasar.

Y es que hay demasiadas ocasiones en que es la persona acosada la que tiene que asumir el pago de cambiar, interrumpir su vida y empezar de cero. Por eso, por el sufrimiento que causa, vamos a trabajar para visibilizar estas situaciones, para que no pasen desapercibidas y podamos tomar medidas para erradicarlas.

Con este objetivo, en CCOO hemos puesto en marcha un observatorio de casos de acoso sexual y por razón de sexo, para asesorar, informar, acompañar a las víctimas, pero también para tener constancia de los datos, conocer cuántas personas, la mayoría mujeres, viven un infierno en su trabajo. Y sí, vamos a seguir contándolo, denunciándolo, persiguiéndolo…

Queremos romper con la máxima de que lo que no se ve, lo que no trasciende, no existe, porque sabemos que los casos que se visibilizan son sólo la punta del iceberg. Pocas víctimas cuentan lo que están viviendo y menos aún lo denuncian.

Porque no es ninguna broma, porque hay mucho sufrimiento detrás, luchar contra el acoso está también en tus manos. Es responsabilidad de todos y de todas poner límites y decir basta.

La autora es secretaria de Mujeres e Igualdad de CCOO de Navarra