El año 2022 ha sido el más cálido desde que se vienen realizando registros en España y es a la vez el tercero más seco. Los incendios de ese año, superiores a los de años anteriores, confirman que estamos ante la sexta generación de incendios. Las temperaturas alcanzadas, con situaciones climáticas extremas, provocan entre el vecindario situaciones de inquietud, miedo e indefensión, ya que intuimos que si el presente es malo, el futuro puede ser catastrófico. ¿Y cómo nos preparamos en Pamplona para esas olas de calor y otros desastres que sin duda llegarán?

El Ayuntamiento se ha adherido durante los últimos años a diferentes movimientos institucionales por el Clima y un Medio Ambiente saludable. En 2004 a los compromisos de Aalborg+10, en el marco de la Agenda 21 Local. En 2009 firmó el Pacto de Alcaldes, una iniciativa a nivel europeo. En 2017 adhesión al Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano (CIDEU). En 2022 firmó el Pacto Local por el Desarrollo de la Agenda Urbana de Pamplona, alineada con la Agenda Urbana europea y española. O sea, que adhesiones del consistorio no faltan y es posible que se me escape alguna. De acuerdo con estas iniciativas, se compromete a poner en marcha políticas locales avanzadas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, reducir el consumo de energía y que esta provenga de renovables, y avanzar en el desarrollo de un modelo de ciudad más sostenible y saludable.

Con algunas de esas iniciativas ya se han conseguido resultados satisfactorios en los temas de energía, movilidad, etcétera, y próximamente con el proyecto Runa inundaciones 2025 del Parque Fluvial, pero esto no significa que la política ambiental desarrollada durante los últimos años sea de aplaudir; no se han desarrollado estrategias urbanísticas donde el cemento deje paso a otro modelo urbano más enfocado a las personas y la naturaleza, y sí a satisfacer las demandas de quienes participan en el negocio inmobiliario. Lo podemos comprobar en nuestro entorno urbano local, barbaridades urbanísticas recientes manifiestamente mejorables.

Dadas las temperaturas veraniegas a las que nos enfrentaremos y que seguirán en aumento, numerosos ayuntamientos de todo el mundo se han puesto de acuerdo para conseguir ciudades más verdes y sostenibles: restaurar los humedales y las riberas de los ríos, ampliar la vegetación urbana con nuevos arbolados y especies, creación de huertos urbanos y productores locales de compostaje, aumentar las superficies permeables al agua de lluvia (zona de drenaje), creación de bosques urbanos en el perímetro de las urbes, reverdecer las calles y plazas, los balcones de viviendas, azoteas y terrazas, sacar los coches de las ciudades para reducir la contaminación y los gases CO2... A otro nivel, ampliar las ayudas para conseguir mejorar los rendimientos términos en los edificios y viviendas. En suma, mediante programas de Resiliencia Urbana, impulsar estrategias de defensa y adaptación para ayudar a la ciudadanía ante los riesgos que generará el cambio climático.

En Europa destacan ciudades como Oslo, Estocolmo, Copenhague, Berlín, Londres, París, Ámsterdam… que llevan años trabajando por la sostenibilidad ambiental. Por estos lares destacan Barcelona y especialmente Valencia, a la que le ha sido concedida la mención de Capital Verde Europea para 2024. El título de Hoja Verde Europea 2024 ha sido para Elsinore en Dinamarca y la ciudad eslovena de Velenje.

En dirección contraria a lo que exige la crisis ambiental con el cambio climático encima, tenemos que el Ayuntamiento ha llevado a cabo el descabellado proyecto en la calle El Bosquecillo de la Taconera, donde para “reforzar el carácter peatonal”, que se puede hacer con dos señales de tráfico, ha invertido 1,3 millones en cemento y además ha supuesto la eliminación de 40 ejemplares del arbolado.

Otro tema muy preocupante que va en dirección equivocada es el ya aprobado Plan Especial de Actuación Urbana del Segundo Ensanche (PEAU). Este busca “regular las actuaciones de rehabilitación edificatoria, de dotaciones y de reforma o renovación de la urbanización, así como prever actuaciones de nueva urbanización y construcción de viviendas”.

La justificación del mismo por parte del Ayuntamiento es la de “repensar la ciudad en un área consolidada, basándose en políticas europeas e internacionales desarrolladas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) contenidos en la Agenda 2030; los que recoge la Nueva Agenda Urbana de Naciones Unidas y la Agenda Urbana para la Unión Europea y los reconocidos en la Cumbre del Clima de París”. Casi nada…

Pues bien, la propuesta de actuación estratégica de la Agenda 30 a la que el Ayuntamiento se ha adherido y que invoca el PEAU, plantea mejorar las infraestructuras verdes vinculadas con el contexto natural, proponiendo incorporar a la planificación y gestión urbanística el concepto de infraestructuras verdes urbanas, con soluciones multifuncionales basadas en la naturaleza, que permiten atender a los problemas urbanos. Estas no sólo contribuyen a mejorar la biodiversidad, sino que luchan contra el cambio climático por la reducción de emisiones GEIs. Cuesta creer que el delirante PEAU coincida con dichos objetivos y el modelo de ciudad que se propone desde el código de valores, que se refleja en la definición de los objetivos estratégicos y de las líneas de actuación.

Así el PEAU para “satisfacer la demanda vecinal de plazas de estacionamiento”, contempla 346 plazas para residentes y comerciantes en un parking subterráneo –privado pagado en parte con fondos públicos– en la calle Sangüesa-Plaza de la Cruz. Esto, además de la construcción de nuevas viviendas, supone potenciar el uso del coche, aumentar el tráfico y por tanto la contaminación, cuando la mayoría de las ciudades hacen lo contrario limitando su uso. También eliminar 35 árboles que gozan de buena salud, a la vez que se trasplantan otros 11. Además, el costo económico, que será de 13,7 millones de euros, tendría mejor destino invirtiéndose en soluciones ambientalmente sostenibles o en otros barrios hoy desatendidos. Es sintomático el que para peatonalizar algunas áreas de la ciudad se tenga que hacer importante desembolso económico, cuando eliminar la circulación de vehículos se puede conseguir evitando el tráfico.

La reurbanización proyectada y aprobada no es tema de exigencia prioritaria ciudadana, contrariamente a lo que supondrá la subida de temperatura que los próximos veranos tendremos que soportar. Sospechamos que dicha exigencia sí lo es para las empresas y gremios que participarán en la reurbanización.

Proyectos urbanizadores anteriores realizados en zonas como Lezkairu, Media Luna-Salesianos y pronto Maristas, Ripagaina etc., nos indican que Pamplona no ha estado ni está en línea con la Agenda 30 de la que dicen participar. En todas ellas se ha priorizado el beneficio económico al de la sostenibilidad ambiental, muy en línea con actuaciones de UPN con lo ocurrido entre otros en la Plaza del Castillo, con la eliminación del parte del arbolado o el adoquinado en el Casco Viejo. Otro ejemplo nefasto fue la construcción del aparcamiento en parte de la avenida Carlos III, con la eliminación de su antiguo arbolado. Esto trajo consigo el aumento de la temperatura veraniega en la zona entre 1,5 y 2. O la irresponsable actuación del exconcejal Ignacio Polo en el talud de Curtidores, donde taló 57 árboles autóctonos para que se destacase el conjunto amurallado. Hoy parte de la zona ha sido colonizada por la especie invasora Alianto. Se podría seguir con un largo etcétera.

Uno de los desafíos más importantes para las ciudades es conseguir ser resilientes al cambio climático y a los desastres naturales, que según el Banco Mundial en 2030 podrían costar a las ciudades de todo el mundo unos 300.000 millones de euros anuales, pero la política urbanística de este y anteriores ayuntamientos no ven en esa dirección.

Tanto la ONU como la UNESCO y otros organismos internacionales plantean que todas las ciudades deberían contribuir a los objetivos de neutralidad climática, economía circular y de biodiversidad, garantizando al mismo tiempo un medio ambiente más limpio, saludable y sostenible. La capacidad de las ciudades para adaptarse a situaciones de crisis y a las amenazas del cambio climático es determinante para su sostenibilidad y futuro. No dicen nada de acercar los coches al centro de las ciudades, y mucho menos construir aparcamientos subterráneos eliminando arbolado.

Que tomen nota y rectifiquen desde ya Enrique Maya y su equipo de gobierno y a ver si así Pamplona puede optar en próximos años a Capital Verde Europea.

El autor es miembro del Consejo Navarro de Medio Ambiente